Sabido es que la comarca de Las Hurdes es todo un santuario sacrosanto (entendido como fruto de un singular sincretismo) y atiborrado de realismos mágicos como tal vez haya pocos en la antigua Hispania. En la medida que se sepan rescatar, salvaguardar, encauzar y proyectar estos valores propios de la cultura tradicional-popular, podrán librarse de la fiebre globalizadora y homegeneizadora, la que está destruyendo a marchas forzadas raíces e identidades forjadas a lo largo de siglos o de milenios y que es auspiciada y aupada por fuerzas casi siempre antidemocráticas pero a las que rinden vergonzoso servilismo retrógradas formaciones políticas.
Desde la noche oscura de los tiempos, los habitantes de la comarca jurdana, tal y como decía el celebrado antropólogo ítalo-francés, del que me honró su amistad en vida, Maurizio Catani, “se sueñan con sus muertos”. Todo un sustrato cultural antiquísimo, que guarda concomitancias con la antigua festividad indoeuropea del “Shamaín”, ha venido tejiendo un mundo esotérico en torno al culto a los antepasados. Los ritos confluyeron en esos rituales que se aglutinan alrededor de la celebración conocida como “La Carvochá” y que la Corrobra “Estampas Jurdanas” sacó de sus cenizas allá por la década de los 90 del pasado siglo.
Si primeramente fue en la alquería de La Horcajada (“La Jorcajá”, en “jurdanu”) donde se volvieron a reiniciar los rituales, ahora se llevan a cabo en aquella otra de El Mesegal, perteneciente al concejo de Lo Franqueado; alquería a la que está muy ligado el conocido biólogo extremeño Fernando Pulido Rodríguez, que viene a ser el que pone toda la carne en el asador para que este festejo ritual no se venga abajo.
El próximo sábado, día 29 de octubre, el sonido de las gaitas y tamboriles, concentrados en la antigua era de lanchas de la alquería desde primeras horas de la mañana, anunciarán que la “Jogará de lah Ánimah” va a encenderse con un tuero de la hoguera del año pasado, tal y como manda la tradición. Luego, los tamborileros y todo el personal asistente treparán pueblo arriba para ir en busca de “La Chicharrona”, una mítica mujerona, vestida de forma estrafalaria, que baja de la sierra y trae la licencia para que se pueda llevar a cabo la matanza del “gurrinu” o del “lichón”. A la Chicharrona se le lanzan cantares y ésta responde echando un pregón y arrojando castañas, nueces e higos pasos. Arropada por el cortejo, llega a la era, donde será asaltada por “El Chicharrón”, que la obliga a echar unas viejas danzas. Otro curioso personaje, el “Zajuril jurdanu”, acompañado por sus ayudantes, conjurará los males del año venidero sobre la “Jogará”, mientras no deja de sonar la “Ehquila de lah Ánimah”. Las mozas procesionan el “Pan de lah Ánimah” y todo el que lo desee puede lanzar a los cuatro vientos viejos romances y ejecutar bailes rituales alrededor de la mesa del “Ofretoriu de lah Ánimah”. Se catan las “poliéntah” (vino del año) y, cuando las ánimas lo dispongan telemáticamente (antiguamente, lo indicaba la caída en trance del “Zajuril”), el personal dará en “rejinchal” (jijear) y se romperán moldes y encasillamientos.
Se compadrea, se bebe y come “a jinchapelleju”, se canta hasta la afonía y se baila hasta la extenuación. Creencia antigua era aquella que tenía por cierta la presencia virtual en la era de un ánima por cada persona allí presente. De aquí que para tener contentas a dichas ánimas cada persona debería comer, beber, brincar, cantar y danzar por dos. Todos los asistentes, aparte del aguardiente y dulces tradicionales de por la mañana, serán obsequiados con un cuenco de un rico guiso al estilo de la comarca, acompañado por otras ricas menudencias. Lo único que se pide a cambio es que los curiosos y visitantes aporten algún producto típico de su zona, a fin de “arrebujál-luh” con las castañas que se asarán al caer el día y, así, meter más energía a los cuerpos serranos para continuar la fiesta hasta que las ánimas se vayan a dormirla.
Por la tarde, también aparece “El Cenizu”, otro estrambótico personaje que porta un tizón apagado y va pintarrajeando el rostro de los asistentes. Nadie se puede negar a ser signado; de lo contrario, puede que tenga malos encuentros con las malas ánimas en el venidero año. También se realiza el “Corru de lah Ánimah”, que viene a ser un emotivo recordatorio de los antepasados. Los muchachos recorren, al atardecer, la era, armando gran ruido con cencerros, al objeto de alejar a los malos espíritus de todos aquellos contornos.
Rituales, en suma, que los jurdanos deben velar concienzudamente para no perderlos, como ya aniquilaron otros estratos de su cultura tradicional-popular. Y no los perderán en la medida que, desde niños, se involucren en los mismos, ya que solo se ama lo que se conoce y se interioriza. Los colegios y el instituto comarcal deberían ayudar en tan noble tarea.
Estos antiguos rituales en honor de las ánimas de los antepasados se recrearán el próximo sábado, día 29 de octubre.
Publicado el 25 de octubre de 2016
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Enlace de un reportaje realizado con motivo de la Carvochá.
https://www.youtube.com/watch?v=na2_U1P6CYc