El lugar de Ahigal, situado en la comarca de Tierras de Granadilla y del que dicen que fue la antiquísima aldea de Filcunea, atesora todo un bagaje legendario que se pierde en la noche de los tiempos.  Sobre él ha investigado en profundidad, hasta el mismo tuétano, el historiador José María Domínguez Moreno, hijo del pueblo.  Sus trabajos de campo han sido publicados en prestigiosas revistas.

Con el fin de que estas escalofriantes leyendas permanezcan en la memoria colectiva de la comunidad “paleta”, desde hace diez años a esta parte se organizan todas unas pertrechadas marchas nocturnas, abiertas a todo el que quiera participar.

Lo de “paleta” (valga el inciso) es porque los vecinos de dicha localidad son conocidos por el apodo de “palétuh” (“paletos”), pero no porque sea gente cazurra y ruda, sino porque parece ser que, en tiempos de Maricastaña, apoyaron cierta causa de matiz dinástica y, como les tocó bailar con la más fea, pues fueron condenados a entregar una palada o paletada de trigo por cabeza para las arcas públicas.

El caso es que el próximo viernes, día 19 de agosto, la agrupación de “Amigos de Ahigal” dará el pistoletazo de salida a la X Marcha Nocturna “Los Encantos”.  En la plaza mayor del lugar se concentrarán los participantes cuando el reloj marque las diez de la noche y comenzarán a gastar las suelas de sus zapatillas, metiéndose más de dos leguas para el cuerpo por un itinerario de escasa dificultad.

Lógicamente, como no podía ser de otra manera, los organizadores recalcan que es una actividad cultural y no competitiva.  Los que asistan a la marcha atravesarán emblemáticos parajes, como las “Olivérah del tesoro”, la “Juenti Leji”, la “Pasaérah de Menchulopi”, el “Pozu del Cinojal” o “Mingulobitu”.  José María Domínguez Moreno llevará la vez cantante y hará que el escalofrío suba por los espinazos de los caminantes cuando desgrane las leyendas e historias sobre el “Encantu barbú de la mañana de San Juan”, la “Sierpi de Cabeza Jiosa”, la “Casa de loh móruh”, el “Toru de Mingulobitu” o acerca de otros encantos o númenes acuáticos, brujas, diablos o terribles machos  cabríos.

Todo un ejemplo a seguir por otras villas y lugares, a fin de mantener viva la tradición oral y seguir legándola a las generaciones venideras.  Claro está que para ello es preciso que haya gente con inquietudes socioculturales en los pueblos y que se sientan apoyadas y arropadas por los poderes fácticos, aunque esto último no es imprescindible, ni mucho menos.  En el caso de que las concejalías de cultura carezcan de imaginación, lo que nunca debería suceder, la labor puede ser llevada a cabo por agrupaciones o asociaciones plenamente concienciadas de la suma importancia que tiene la transmisión de las  leyendas que escucharon a sus mayores, como parte de sus raíces y de su identidad como pueblo.

Publicado el 15 de agosto de 2016

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