Mi planta de naranja lima (Meu pé de laranja lima), de José Mauro de Vasconcelos, es todo un clásico de la literatura juvenil brasileña. De hecho, en Portugal forma parte del programa Ler +, del plan nacional de lectura, como libro recomendado para alumnos de noveno curso (que, según mis cálculos, vendría a ser nuestro 3º de ESO, el antiguo primero de BUP para los que todavía contemplamos el mundo desde la viejuna perspectiva de la EGB).
Por eso me sorprendió, de entrada, que en España hubiera sido publicado por la editorial Libros del Asteroide, en una colección que nada tiene, desde luego, de infantil o juvenil. Digo que me sorprendió de entrada porque, en realidad, Mi planta de naranja lima no es, necesaria y únicamente, un libro infantil o juvenil, pues soporta bien la lectura adulta, ya que muestra de fondo una dura situación social y económica que no tiene, desde luego, nada de juego de niños, por lo que no resulta descabellado que se publique en una colección adulta.
Ambientada en Brasil en los años veinte del siglo pasado y de marcado carácter autobiográfico, su protagonista es Zezé, un menino de cinco años que se ve obligado a mudarse de casa al quedarse su padre en paro. La nueva casa tiene un pequeño huerto y, nada más llegar, los niños se reparten, de algún modo los árboles, quedándose los mayores con los más grandes y frondosos y dejando para Zezé uno pequeño, casi un plantón, de una variedad de naranja -la llamada naranja lima-, al que el niño bautiza como “Minguinho” o “Xurucuca”, convirtiéndolo en un peculiar amigo imaginario con el que compartirá largas conversaciones.
Lo que, por detrás de lo anecdótico, de la amable sucesión de travesuras infantiles, el libro va contando -hasta convertirlo en tema principal de la novela- es la paulatina pérdida de inocencia del pequeño Zezé, que, por su carácter inquieto y travieso acabará siendo objeto de las iras de su padre, un hombre derrotado, amargado por la prolongada situación de desempleo y la difícil situación económica de la familia, que acaba por descargar toda la rabia acumulada en el pequeño. En medio de esta situación de pobreza y de angustia, en la que todo parece volverse contra el niño, la inesperada amistad con un adulto, Manuel Valadares, un portugués acomodado que le acaba tomando cariño, se convierte en un remanso, en una respiro, en la apertura de nuevos horizontes que, por desgracia, no han de perdurar, aunque no pienso, desde luego, contarles el motivo.
Aunque a ratos pueda resultar un punto dulzón de más, al menos para mi gusto -el libro fue publicado en Brasil en 1968, y la distancia temporal y cultural se nota-, Mi planta de naranja lima, recomendación de mi amigo Diego Bernal, también colaborador de este planVE, es un libro interesante, de lectura sencilla, con un punto exótico y, quizá por ello, refrescante, como la hermosa fotografía anaranjada que, con cromático acierto, los Libros del Asteroide eligieron para su portada, adecuado para las siestas en penumbra de estas calurosas, interminables tardes del verano y para acercar, a jóvenes y no tan jóvenes, una realidad que puede que, a fin de cuentas, no esté tan alejada de la nuestra.
Mi planta de naranja lima
José Mauro de Vasconcelos
Libros del asteroide
13,95 euros
Publicado en agosto de 2016