Pues sí, verano a tope en toda Extremadura, pero en el norte de la región, en Plasencia, siempre unos grados menos. Se siente, uno vive aquí un poco más fresco, más mejor, con perdón.
En esta época los pájaros cantan más al amanecer, los peces saltan en el río al atardecer sin que sea Nochebuena y los niños brincan y chapotean en al gua hasta que sus papás les dicen algo acerca de irse porque el atardecer se pasa de horas. Y todo eso ocurre ahí, cerca de casa, abajo en el Jerte y en su canal paralelo.
Me enchufo en los oídos los auriculares que me reproducen a buena frecuencia y volumen la canción del verano. Ella Fitzgerald me canta a Gershwin y lo hace con una pieza de la importante ópera que ese autor creó con el título de “Porgy and Bess”. Una historia dura, bella e importante.
Miro a la Catedral, después me reflejo en el río y mis pocos pelos se me ponen de punta como clavitos de tapicero cuando Ella me dice, entre cosas, que no me debo preocupar porque el verano es una época agradable, que lo sembrado y cuidado fructifica y que el niño no va a llorar porque está bien querido y que llegará el momento que extenderá sus alas y tomará el cielo y que todo, incluso la vida, es fácil. Y uno eleva el espíritu a las alturas de las cigüeñas y se siente volar.
La trompeta de Louis Armstrong enciende la voz de la Fitzgerald que inflama la canción que suena a summertime, a cálido verano, a tardes tórridas y a noches de brisa, aquí en Plasencia.
Texto y fotografía de Alfonso Trulls para su columna Impresiones de un Foráneo
Publicado: 16 de Julio de 2016