A uno le enseñó su hermana a bailar lento y agarrado con la música de una orquestina provinciana en un balneario aragonés con parque, lago y aguas termales. Un lugar clásico y estupendo.
Pasados cincuenta años, volví con ella a visitarlo. Allí, recordando a nuestros padres y tomando una cerveza en la antigua terraza en la que inicié mis bailes, me encontré escuchando el blues y el rock de Van Morrison. Poco después, mi sorpresa se hizo grande en el instante en el que los altavoces largaron el swing y la voz de Diana Krall. La música había cambiado, el lugar no. Ese día, después de medio siglo, volví a bailar lento en el mismo sitio.
A la edad en la que disfruto del norte de Extremadura, asentado en la entrañable Plasencia, conservo el espíritu de baile foxtrot, también algunos pasos hip-hop, giro con el rock and roll y me balanceo estupendamente con Sinatra y Michael Bublé. No es todo, tampoco desprecio alguna que otra rumbita.
Desde que era adolescente y en la citada ocasión, no he vuelto a hospedarme en un balneario, aunque sé que cerca de donde vivo hay varios. Esta tierra tiene tradición en termas tranquilas.
No me faltan ganas de disfrutar unos días en el Balneario cacereño de Baños de Montemayor. Está cerca de Plasencia y al lado de Béjar, Salamanca. Tiene raigambre histórica y romana mezclada con la modernidad de sus instalaciones. Es uno de los balnearios extremeños a recomendarme, también a los demás. Un buen sitio para echarse un baile termal.
Fotografía y texto de Alfonso Trulls
Publicado el 15 de junio de 2016
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