
Cuando empecé a familiarizarme con el laberinto de montañas jurdanas, a raíz de iniciar mis bautismos de fuego pedagógicos, supe de que a los vecinos de la alquería de Aceitunilla los conocían comarcalmente como “galiciánuh” y “regojéruh”. Lo de “galicianos” puede que tenga mucho que ver con gente procedente de Galicia, allá por la Repoblación Medieval de la Alta Edad Media. En el siglo XII, ya se cita el lugar de “La Azeytuna” como núcleo poblado en la comarca de Las Hurdes o “Jurdes”. Lo de “regojeros”, aunque algunos lo han querido emparentar con el término “regojo” (trozo de pan que sobra después de haber comido), tal vez guarde mayor parentesco con un arcaico “leonesismo”, en el sentido de “pastorcillo menudo, de pocas carnes pero muy ingenioso y que se dedica a guardar ganado en el monte”.

Recuerdo que muchas veces veía bajar a Nuñomoral (cabeza de concejo) a los mozos de Aceitunilla y la primera impresión que me causaron fue su semejanza con los vikingos, varegos, normandos u otros hiberno-nórdicos que había visto en ciertas películas. Mozos fornidos, algunos de ellos rubios y con ojos claros, con barbas, bigotes y melenas. Botas de cuero y llamativos cinturones. Se reunían en las tabernas, donde preparaban sus buenas comilonas, bien regadas por bebidas espirituosas y con mucho cante y mucho baile, sobre todo si había algún tamborilero por medio. Las mozas tenían fama de ser muy guapas y excelentes danzarinas. Gente muy trabajadora pero también alegre y fiestera. La aldea siempre fue tenida por el paradigma de las esencias más prístinas y emblemáticas del territorio jurdano. Por ello, no es de extrañar que el que suscribe estas líneas sucumbiera a sus encantos y dejara parte de su corazón entre aquellas duras pero suaves pizarras.

Aceitunilla siempre guardó fidelidad a San Antonio de Padua, cuya efeméride se celebra el 13 de junio. Un santo ganadero por excelencia, al que la gente le dedicaba el milagroso responso cuando los ganados se perdían por el monte y quedaban expuestos a los colmillos del lobo. O se extraviaban los niños por la sierra o los adultos si viajaban de noche por las estrechas sendas de las abruptas cordilleras y la niebla las cubría con su mortaja harapienta. En el imaginario colectivo de los jurdanos, San Antonio siempre fue una deidad luminosa, que se hacía acompañar por un perrito blanco (lo blanco siempre opuesto a lo negro de la noche) y que, según algunos testimonios, levitaba sobre el suelo y, así, tal y como nos contaba “Branco” (Basilio Blanco), eterno pastor de la alquería de El Cerezal, “no se pinchaba el probi con luh ehpinagátuh (aulaga, “Genista scorpius”)”. Posiblemente, reminiscencias de pagana deidad, hoy cristianizada tras el correspondiente proceso de sincretismo.


Este próximo fin de semana, comprendido entre los días 10, 11 y 12 del presente mes de junio, los “galiciánuh” tirarán la casa por la ventana para festejar como se merece a su patrón. El viernes, 10, ya andará por el pueblo “Musical Tito”, que entretendrá al personal hasta que el cuerpo aguante. Al día siguiente, las campanas voltearán anunciando la solemne misa. Al terminar y presidida por el tamborilero, echa a andar la procesión por las ensortijadas calles de la aldea. Luego, se celebrará el “Ofertiju” (ofertorio). Antes, se guardaban por promesa las patas del “gurrinu” que se sacrificaba en la matanza familiar para llevárselas al santo, que eran subastadas en dicho ofertorio. Hoy, los vecinos contribuyen echando unas monedas en la bandeja. Al punto del mediodía, todo el mundo participa en el ágape comunal: buenos pinchos, mejor vino y antiguos bailes al son de la gaita y el tamboril.
Por la tarde, la charanga “Chuku” recorrerá calles y plazuelas. Los lugareños no pararán de bailar en todo el día, pues por la noche, a eso de las 22,30 horas, se montará la correspondiente verbena popular, amenizada por el grupo musical “Destino”. Por su parte, con la colaboración de “Tras la huella jurdana”, el kiosco “Topito-Las Hurdes” ambientará la movida con su buena música (“Arte Unfly”, “Punkto en Boka y “Txustazeo” y su “Cerebelo Volante”). También dispondrá de un joven tamborilero, para darle un toque tradicional al festejo y, así mismo, organizará después de la procesión una batalla de “Paintball” en los alrededores de la antigua prensa de las aceitunas.

Publicado: 7 de Junio de 2016