Search

Crímenes, sonrisas

La publicación de Te tendré que matar, el último libro de relatos de mi compañero de aventuras literarias Nicanor Gil, es motivo de una doble alegría. Primero, porque hacía ya mucho tiempo que no leíamos ningún nuevo libro de Nicanor Gil, que publicó en 2008 un primer libro de relatos, Historias de Villa Germelina, y en 2010, una Guía Histórica Ilustrada de Guadalupe, su villa natal, pero también porque su tercera entrega es, además, la segunda de una nueva empresa de la editorial emeritense de la luna libros, que, después de regalarnos, durante cuatro años, un amplio panorama de la escritura poética en la región con la colección “Luna de Poniente”, pretende hacer ahora lo propio con la narrativa en un valiente y arriesgado ejercicio de acrobacia sin red que han titulado “Lunas de Oriente” y que, tras ser inaugurado con El mundo sumergido, de Alonso Guerrero, como letra A, y Te tendré que matar, como letra B, pretenden apurar hasta la letra Z.

Centrándonos ya en el libro de Nicanor, el propio título nos pone ya en antecedentes. Nos revela, por una parte, el tema en torno al cual se agrupan sus relatos, el crimen, los crímenes, y, por otra, el tono y la intención con los que están escritos, pues a nadie se le escapará que una frase semejante -”Te tendré que matar”- tiene mucho de irónico, de humorístico, sin que, como el propio autor ha señalado, ese humor sirva para frivolizar con el crimen o la violencia sino para ponerlos, mediante su reducción al absurdo, en evidencia, siempre con intención crítica y, desde luego, pacifista. Este juego entre crimen y humor tiene un claro antecedente en los Crímenes ejemplares de Max Aub, un libro al que Nicanor hace explícito homenaje, sobre todo en la primera parte del libro, que ha titulado, y no de manera casual, “Mis crímenes ejemplares”. En ella encontramos una colección de treinta y dos textos muy breves, la mayor parte de ellos microrrelatos, en los que las diferencias de calor corporal (VII), el molesto taconeo de una vecina (XXIV) o un jaque pastor (XXIX), acontecimientos absolutamente cotidianos, pueden ser los presupuestos para una muerte violenta. Entre ellos podemos hallar, también, un discreto homenaje a Gonzalo Hidalgo Bayal y sus palíndromos (XXXI), ecos de las recientes aficiones agropecuarias de Nicanor (XVII) o un relato tan breve como caníbal, el XXVII, que, como muestra del tono y la intención del resto, no me resisto a reproducir íntegro: “me gustaba tanto que me la comí”.

La segunda parte del libro, “Sonrisas a prueba de balas”, recoge relatos más largos. Los tres primeros -”Al modo de Lucien Carr”, “Al modo de Willian S. Burroughs” y “Al modo de Carolina Geer”- recrean crímenes reales, algunos de ellos bastante absurdos, cometidos por escritores también reales. Colocados así, de forma preliminar, al principio de esta segunda parte y como contrapunto a los divertidos crímenes ficticios de Max Aub, parece como si vinieran a completar el aprendizaje literario del crimen de Nicanor Gil, un aprendizaje cuyo resultado serían, después de todo, los seis relatos de ficción que cierran el libro, “Ajuste de cuentas”, que narra una fatigosa ascensión a la montaña para saldar viejas cuentas familiares, “Maldita canción de amor”, cóctel de blues, crimen y vinho verde, “Los monstruos no hablan”, que nos trae ecos de las viejas Historias de Villa Germelina, “Sitting Bull ha muerto”, sobre el funesto fin de una amistad, “Al sur del Alma”, en el que la venganza tiene todo un océano de por medio, y “Sabor a plagio”, un relato en el que las cuentas que, en esta ocasión, se acaban saldando tienen un lejano precedente escolar y un evidente, desde el propio título, sabor literario.

En definitiva, los de Nicanor son relatos ágiles, ingeniosos, rebosantes de humor blanco y negro, que uno debería maridar, si nos atenemos a la contraportada del libro “con buen blues y la voz cavernosa de Tom Waits”, y que yo les aconsejo leer si quieren pasar un buen rato, pero si no están del todo convencidos y quieren escuchar más razones antes de decidirse, acudan sin falta mañana, viernes, 27 de mayo, a las 20:30 horas, a la Sala Verdugo, donde Marino González Montero, responsable de la editorial y de la colección, y Gonzalo Hidalgo Bayal, presentarán El mundo sumergido de Alonso Guerrero y Tendré que matar, de Nicanor Gil, primeros números de la colección “Lunas de Oriente”, y os darán, seguro, muchas más y mejores razones que yo para leer ambos libros.

nicanor

Te tendré que matar

Nicanor Gil

de la luna libros

15 euros

Publicado: 26 de mayo de 2016

1 comentarios
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

También te puede interesar

Arte en el Centro Cultural Las Claras

El lunes 1 de diciembre se inaugura en el Centro Cultural Las…

El Museo Romano de Mérida abierto en el puente y gratis

El Museo Nacional de Arte Romano de Mérida mantiene sus puertas abiertas…

Gala final en el conservatorio García Matos

Los alumnos del Coro, de la Orquesta de Púa y Guitarra, de…

No me pierdan la sonrisa

Vaya, que parece que llueve, vaya que hace frío, y otros vayas.…
Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de sus datos para estos propósitos. Ver preferencias | Más información    Más información
Privacidad