Y va Clark Gable y se conquista a su hermana Grace Kelly con picotazo incluido. Uno no se enteraba de nada, porque además la Ava Gardner, al ver aquello, se pillaba un disgusto de narices -nunca mejor dicho- con mocos y lloros incluidos.
Nuestra generación, yo mismo, nos no enterábamos de nada. Aquello era censura desorientadora y lo demás boberías. Nos cambiaban una sutil adulteración matrimonial por un incesto solapado. Y todos con el bocata, sin entender nada, pegados en la hundida y destapizada butaca del cine de barrio (no es una alusión equívoca a mi querida señora Concha Velasco) esperando que llegara la secuencia en la que el bigotitos finos matara a un elefante o dos salvando a todos sin que el estirado cuello de la cazadora se le fuera a posición normal. Ni que decir del flequillo engominado. Eso es arte y cine.
Luego, pocos años después, uno entendía casi todo, incluidas las pelis de Ingmar Bergman, que ya es decir. Y todos queríamos cine en sesión continua, más cine por favor, como dijo Luis Eduardo Aute en su canción.
A uno le gustaban las sesiones en las que antes del filme -un término repipi que manejaban los especialistas de la época- te proyectaban un corto que apenas entendías, pero en los que solía aparecer alguna chavala revestida de breve y fina lencería. Y aquello recreaba la retina y más cosas. El caso es que aquellas sesiones crearon afición a ver cine en corto para después admirarlo en largo.
Ahora, todos tenemos la oportunidad de entender y disfrutar de las historias breves cinematográficas. Plasencia nos regala un festival de cortometrajes, el ENCORTO. En este sitio web encontrareis más detalles sobre este acontecimiento en el que seguro vais a comprobar en la pantalla que los sueños son cine, y el cine sueños son. Aute dixit.
Publicado: 31 de marzo de 2016
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