A uno, la Cascada del Diablo que sale de la Garganta de Gualtaminos, en el pueblo cacereño de Villanueva de la Vera, le suena a Wagner. Me explico. Es una mezcla de la visión de un cromatismo dispar al que se le añade el sonido ambiental; todo dentro de un cosmos armónico en el que el viento y la percusión se te apoderan de la vista y del oído para sugerirte.
Más abajo, tirando hacia Plasencia y dejando el rio Tajo, uno se va encontrando sonidos de su tributario río Alagón que, ilustrando la música de Boccherini, te lleva a las armonías de Händel que el Jerte mueve en sus aguas. Un río, este último, que por las noches suena a blues. Una pasada.
Después de este tirón poético, no puedo por menos que reavivar el aviso a los aficionados al guitarreo, bandurria y púa, cante, pandero y copla, para que disfruten de un encuentro internacional de Tunas en Plasencia los días 4 y 5 del mes en que vivimos. Vienen grupos de todas partes de Europa, incluidos los Países Bajos. Llega la alegría con muchos músicos festivos y dispuestos para tunar, menos mi amigo Viú, el eterno tuno tunante. Pena.
Digo y mantengo que hay música en el corazón y en la naturaleza, solo hay que afinar el oído y disfrutarla, así vamos musicalizando la vida a todas partes.
Publicado el 2 de marzo de 2016