San Blas es una de esas fiestas que siempre ha estado arraigada en la tradición local de Montehermoso. Es una de las celebraciones populares que más gustan a los montehermoseños. Principalmente porque se disfruta en familia, se vive durante el día y tiene lugar en una época en la que empieza a despuntar la primavera y sirve de reencuentro para los vecinos que llevan tiempo sin verse debido a los rigores del invierno.
Montehermoso es un pueblo relativamente grande en relación a las localidades vecinas y también es un pueblo moderno que sigue muy vivo, pero a pesar de ello, esta localidad del Valle del Alagón se caracteriza por ser un municipio tradicional donde los haya. Sus vecinos respetan y ensalzan su idiosincrasia cada vez que tienen oportunidad y todo ello se refleja en la festividad de San Blas.
Desde que se inicia la Velá de las Candelas en la víspera (el 2 de febrero) Montehermoso se sumerge en su pasado y en un ritual ancestral. Un rito no exento de leyendas populares que atribuyen esta celebración a una petición de limosna de una familia pobre. Se dice, se cuenta, se rumorea que esta familia formada por siete miembros visitaba cada año la localidad y realizaba una danza diferente para conseguir algo de dinero. Estuvieron acudiendo a Montehermoso durante 17 años, pasado este tiempo pensaron que podrían reconocerles. Por ello, se tiznaron la cara con corcha quemada para hacer creer que eran otros los que actuaban y uno de ellos se colocó un gorro imitando a un obispo y ejerciendo de bufón.
A día de hoy, el grupo de los Negritos está formado por seis danzarines vestidos con el traje de montehermoseño y la cara tiznada y el Palotero, que se diferencia del resto por su traje colorido, su gorro imitando la mitra de un obispo adornado con lanas de colores y un zurrón que lleva a la espalda done guarda los utensilios que se utilizan durante las danzas. La pervivencia de la fiesta tiene un marcado carácter religioso, donde la función de los mayordomos de San Blas ha sido fundamental para que continúe hasta nuestros días. Ellos son los encargados de organizar y dirigir el ritual durante los días 2 y 3 de febrero. Además elaboran dulces típicos y agasajan a Negritos y visitantes con aguardiente de la tierra.
Visitar Montehermoso durante los días 2 y 3 de febrero es contagiarse del sonido de las castañuelas de encina, la flauta y el tamboril, el repique de campanas, los cohetes en el cielo y disfrutar de los pasacalles de los Negritos y de sus 17 danzas populares en honor a San Blas.
Aunque la fiesta grande de la localidad dedicada a su patrón, San Bartolomé, se celebra el 24 de agosto, los montehermoseños guardan un cariño especial a San Blas (ambos santos comparten ermita). Su devoción se materializa en los cordones de colores bendecidos por el santo que ese día compran todos los vecinos para así proteger su garganta de cualquier mal.
En los últimos años, el ayuntamiento ha potenciado el día festivo con actividades paralelas como degustaciones populares, verbenas o actuaciones musicales para complementar la programación y animar a los visitantes a conocer la fiesta.
Fotografías y texto de Ainhoa Miguel
Publicado en febrero de 2016