No podemos escribir una línea más sin gritar a los cuatro vientos que Sierra de Gata, en el norte de Extremadura,cuenta con el mayor número de Bienes de Interés Cultural de la región, materiales e inmateriales, culturales y etnológicos. En esta excursión podrás asombrarte con cinco de sus conjuntos históricos.
Iniciamos la expedición de occidente a oriente por el valle de Jálama, frontera con Portugal, y terminamos a las puertas de Las Hurdes. Los cinco conjuntos históricos de esta ruta son soberbios en su interior y en el horizonte: Sus carreteras de acceso son genuinas slow ways que serpentean a la sombra de castaños centenarios, manzanillas cacereña pendulantes, deliciosas cerezas, evocadoras bellotas y frutos rojos del bosque. Los alrededores de San Martín de Trevejo, la aldea de Trevejo, Hoyos, Gata y Robledillo de Gata están surcados por multitud de senderos que permiten la contemplación de los conjuntos envueltos en su paisaje.
San Martín de Trevejo, donde el vino es arte y se fala mañego
No importa cuántos kilómetros atesores en la mochila, el color, el perfume y la textura del paisaje sumergen al viajero en un escenario atemporal en el que la vida se abre paso en la piedra. Al llegar, dejamos a nuestra izquierda el convento de San Miguel, convertido en una moderna hospedería, y nos adentramos la calle Entrada del Fuerte, que evoca los orígenes amurallados de la localidad. Entre casas labriegas de tres alturas e impresionantes casonas señoriales, las calles de agua dan paso a las viejas bodegas, cuyos propietarios afirman hacer todos el mejor vino de pitarra de la sierra. Mientras les escuchamos hablar en su dulce y antigua fala, el mañego, con un vaso de vino en los labios, no podemos sino darles a todos la razón.
La calli A Encomenda nos descubre al fondo la plaza Maior. En su gran pilón central vierte cantarina una de las arterias acuosas que mantienen siempre fresca esta localidad. Desde allí en una esquina vemos la Torre conceja, antigua cárcel que alberga en la actualidad la bodega municipal donde reposan los vinos que celebran cada 11 de noviembre San Martiñu. Junto a ella se está construyendo el Centro de Estudios de A Fala, polo de atracción para el turismo académico. También puede contemplarse aquí la casona del Comendador de la Orden de San Juan de Jerusalén, que nos recuerda el tiempo en que San Martín de Trevejo fue la capital del Corregimiento de Jálama.
La calli da Iglexa nos lleva hasta San Martín de Tours, templo que guarda tres obras del Divino Morales procedentes del conventual alcantarino de San Benito. En su trasera, en la esquina de la calli el Puerto, una tienduca maravillosa nos ofrece productos de otro tiempo, de este tiempo, y excelentes espiritosos locales. Si seguimos la calle llegamos a la calzada romana que nos adentra en el castañar de los Ojesto, por el que cuenta la leyenda que San Francisco abandonó la sierra de Gata seguido en sus pasos por Santa Clara. En este gran castañar se encuentran los abuelos, ejemplares centenarios catalogados. Estas joyas esculturales de la naturaleza son dos de los cuatro árboles singulares que guarda la comarca.
Pero más allá de la belleza de sus construcciones, el paseo por sus calles, amorosamente engalanadas por los mañegos con lustrosas aspidistras y otras plantas ornamentales, entre abrevaderos de granito y monumentales escaños a la entrada de las viviendas, recorre un escenario único en la tierra de Extremadura.
Trevejo, un paisaje de leyenda
La aldea de Trevejo y su majestuoso castillo son probablemente el impacto visual más hondo que el viajero guardará en su retina tras abandonar Sierra de Gata. Ese musgo amarillo que cubre las legendarias piedras viste el paisaje como un escenario cinematográfico. A sus pies, el humilde conjunto está formado por viviendas de una planta levantadas en granito de la zona con cuadras anejas. Las cubiertas de teja árabe forma un continuo en la distancia por lo angosto de sus calles y nos transporta a un tiempo en el que los pueblos se construían a medida de las personas.
Para subir al castillo, el viajero pasea junto a la espadaña y la iglesia y deja en su camino varias tumbas antropomorfas esculpidas en cantería. El ascenso hasta la fortaleza sortea descomunales piedras cubiertas de profusas inscripciones que el caminante imagina poder reconstruir pacientemente. La fortaleza data del siglo XII y fue erigida sobre una construcción árabe primigenia. Protagonista de encarnizadas guerras que enfrentaron a cristianos con árabes y a lusos con españoles, el origen de su penoso estado se lo debemos a nuestros vecinos franceses, que volaron el castillo durante su invasión en los primeros años del siglo XIX. En la actualidad es propiedad privada y su estado aconseja no dejar pasar mucho tiempo antes de acercarse a conocerlo.
Hoyos, un lugar donde se funden las culturas
Hoyos es fusión y crisol de culturas en un escenario que te permite fantasear con un saludo obispal o con la aparición de un grupo de Hare Krishna a la vuelta de la esquina. En 2004 llegó la declaración de Bien de Interés Cultural y su casco urbano quedó protegido de veleidades utilitaristas.
El paseo por la localidad es delicioso y transcurre entre grandes casas palaciegas, iglesias sobrecogedoras, residencias de obispos y deanes y restos de un glorioso convento del siglo XVII construido por orden de Pablo Pérez. La localidad en su día fue propiedad del Ducado de Alba y residencia veraniega del obispo de Coria. El jardín de camelias y el palacete de Marialba, en la calle homónima, la casa del obispo Álvarez de Castro –asesinado en su residencia por los franceses en 1808–, o la casa del Deán, con su gran balconada y sus puertas de arco de medio punto y robusta cantería, son visitas obligadas. En la calle del Obispo Álvarez de Castro se disfruta aquí y allá de ventanas esquineras geminadas, que evocan princesas con capirote tras sus delicados arcos.
La iglesia de Nuestra Señora del Buen Varón es el único templo tardorrománico de la Sierra. En su interior guarda la talla de madera considerada la imagen mariana más antigua de la región, datada en el siglo XIII.
La modernidad soyana es tan rabiosa que hasta cuenta con su propio Soho, El Escobar, situado junto al narrativo monasterio del Espíritu Santo. El caserío es un conjunto de viviendas humildes, que están siendo rehabilitadas concienzudamente por intelectuales que fijaron su residencia a la sombra del Moncalvo a finales del siglo XX y principios de este.
Gata, la elegancia del misterio
Uno de los árboles singulares catalogados en la región se encuentra en Gata: El imponente cedro del Líbano que formó parte del jardín botánico creado por el franciscano Juan Pérez de Colosía, más tarde transformado en jardín medicinal por el boticario Emilio Crespo. Quiso la modernidad que una carretera cercenara este inmenso vergel de árboles y arbustos únicos traídos hasta la región desde distinta partes del mundo, y el gran cedro quedó aislado al otro lado de la vía. Según se cuenta, don Emilio nunca más volvió a pisar el terreno donde abonaba con esmero plantas curativas, como la belladona, el estramonio o el beleño. Emblemático es el paseo que traza una quincena de pinos piñoresos al final del jardín.
Gata es una localidad llena de historias hermosas y rincones que descubrir. Allí, en una vivienda situada en la plaza de las Órdenes Militares, Antonio de Nebrija comenzó a escribir su gramática del español en el siglo XV.
La monumental iglesia de Gata, cuya construcción se inició en el siglo XIII, también sufrió los avatares de la invasión francesa y protagonizó un terrorífico incendio provocado por los galos, cuya negra lambida aún recorre de norte a sur la torre de San Pedro. Frente a ella el gran escudo con el águila imperial preside la fuente de la que, por orden real, un caño riega el jardín medicinal hoy abandonado a su suerte. Si el observador contempla este escudo, notará que el águila gira su cuello en dirección opuesta a la que ordena la ley. Dicen que, mientras realizaba su labor, el cantero pidió a su cliente más dinero por su obra. Ante la negativa rotunda del gran señor, el artesano se tomó venganza y dejó en ridículo al tacaño ante todas las generaciones venideras.
Gata esconde en sus calles deliciosas cazoletas que adornan los tubos que recogen las aguas. El paseante debe estar atento y, como premio, recibirá gratas sorpresas de barro que le miran desde lo alto con naricillas, ojitos y hasta orejas.
Desde este otoño, a la riqueza de su patrimonio secular se ha unido el arte más urbano que rinde homenaje a Louis Wain, el pintor inglés que humanizó a los felinos. El prestigioso muralista andaluz Man-o-matic realizó en el mes de noviembre un gran mural en la fachada del pabellón deportivo en honor al pintor inglés, a su esposa y musa y a su obra. Al mismo tiempo, más de una docena de gatos de colores han hecho su aparición en distintos rincones de la localidad. Precisamente, varios de estos mininos pueden contemplarse en el restaurante Los Portales, probablemente uno de los mejores lugares para degustar la cocina serrana de toda la comarca, con una calidad en su cocina equiparable al servicio de sus mesas. Altamente recomendable.
Robledillo de Gata, el pueblo que se reinventó a sí mismo
Y de los cuentos de Lancelot en la aldea feudal de Trevejo pasamos a los cuentos de Hansel y Gretel en Robledillo de Gata, pueblo de pizarra y barro y fachadas esgrafiadas donde late el Valle del Árrago. Si la leyenda contaba que San Francisco abandonó la Sierra cruzando el castañar de los Ojesto, también llamado de Santa Clara, la misma historia narra que ambos santos llegaron a esta tierra entrando por Robledillo de Gata. Podemos disfrutar de la fachada del antiguo hospital de los monjes del convento de Nuestra Señora de los Ángeles –hoy convertido en vivienda particular–. Su fachada está ricamente decorada, como también lo están las viviendas que van creando la calle La Rua.
En paralelo salta contento el río Árrago encajonado entre viviendas tradicionales de tres alturas. En una de sus riberas es obligada la visita al museo El Molino del Medio, galardonado con el premio nacional AEMO por su difusión de la cultura oleícola. Las calles de Robledillo de Gata están unidas en ocasiones por puentes que ligan sus números pares e impares. Son los llamados balcones, que van creando pasadizos y pasajes. El vino de Robledillo, así como sus bodegas, es tan famoso como el mañego y tiene idéntica capacidad para la expansión de la alegría.
En la plaza del ayuntamiento la vida discurre bajo la majestuosa iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en cuyo interior yace un Cristo barroco articulado y uno de los escasos ejemplos de artesonado mudéjar de una gran calidad. En una de sus esquinas una pequeña cárcel nos recuerda la historia. El agua y los grandes macizos de flores se dan la mano en esta localidad que fue capaz de reinventarse a sí misma y evitar su desaparición.
En Robledillo se encuentra el pico más alto de Sierra de Gata. Las rutas nocturnas a La Bolla , de 1519 metros de altitud –frente a los 1492 metros del mítico Jálama–, se están convirtiendo en una cita tradicional para los amantes de la luna y los senderos, y cada agosto la cita renueva su compromiso con la naturaleza y la noche.
Publicado en diciembre de 2015
Imagen superior de Ainhoa Miguel