Nada que ver lo del “Rey del Antruejo Jurdanu” con esas emplumadas,caracoleadas y despampanantes reinas del carnaval, bajo las cuales no suele subyacer rito alguno que se pierda en la nebulosa noche de los tiempos. Al rey jurdano lo eligen por aclamación furibundamente popular los vecinos de la aldea donde se celebra el festejo. Ni que decir tiene que debe gozar de las simpatías de la mayor parte de sus convecinos, ser una persona abierta, dicharachera, de nobles sentimientos, enraizada en el terreno, amante de la fiesta y de la farra, solidario y colaborador con la comunidad y dispuesto a pregonar los valores de la comarca jurdana por los cuatro vientos.
Pero la verdad es que el Rey del Carnaval Jurdanu no quiere ser rey. Él es un humilde vecino, casi pobre de solemnidad, que es abordado por la muchedumbre cuando se encuentra tranquilamente en su vieja y modesta vivienda. A sus umbrales llegan las mujeres de la aldea y le cantan la “Arborá” y le instan a que salga para fuera, pero el pobre hombre se resiste y tiene que intervenir el “zajuril” de la alquería, que viene a ser al modo de un santón que vela por el fiel cumplimento de las leyes consuetudinarias, para convencerle y acepte lo que el destino le tiene escrito. Entre tiras y aflojas, acepta mal que bien y, entonces, todos son gritos de júbilo, zarandeos de cencerros y sones de tamboriles. A la fuerza, lo montan en un burro y le arrojan puñados de paja y de salvado, paseándole por las callejuelas del pueblo.
Hasta que la tarde no esté en su cenit, nuestro hombre se paseará con sus ropas andrajosas, recibiendo los agasajos de sus vecinos, que le invitan a echar buenos tragos de vino de la bota y a comer algunos bocados de la chacina. Cuando los “aguacílih” del concejo lo creen oportuno, hacen sonar sus cornetas y parte todo un cortejo en su búsqueda. Las mujeres vuelven con otros antiguos cánticos y le quitan los andrajos y le visten de rey. Con su corona, su manto, su cetro y otras indumentarias reales, a lomos del pollino, es llevado hasta el lugar donde se confirmará su entronización a cargo del rey saliente, que hogaño le corresponde a Saturnino Barbero Iglesias, jurdano de la alquería de La Huerta, en el concejo de Caminomorisco, y cuyo reinado se extingue ahora. Saturnino fue elegido rey en los antruejos celebrados el pasado año en La Rebollosa y Riomalo de Abajo y, ahora, le toca pasar sus atributos al nuevo rey. Entre otras cosas, le entregará un collar de ajos, para que conjure a todas las malas “méngah” (brujas) que puedan atravesar las barreras montañosas de Las Hurdes y hacer de las suyas por estos pueblos. Se glosan en romance las venturas y desventuras del rey recién elegido (“Pregón del Antruejo”) y se le da el espaldarazo para que reine con recta mano durante todo un año en las tierras jurdanas pero siempre desde una óptica republicana, ya que no hay que olvidar que él ha sido elegido por el pueblo y no por la casposa herencia de la sangre.
Esta vez, ha sido aclamado “Rey del Carnaval Jurdanu” David Gutiérrez Romero, nacido en Barcelona pero casado con una jurdana de Horcajo y que lleva residiendo ya muchas lunas en la comarca. Es considerado como un jurdano de adopción. Además, es el pedáneo de la alquería y él se siente como auténtico hijo de esta tierra: “lo soy de corazón y de sentimiento”, manifiesta con gran orgullo. David no cabe en sí de gozo por haber sido designado para ostentar ese flamante título de rey-republicano avalado por la memoria de los siglos. Abriendo sus animosos y trabajadores brazos, pide y desea salud para todos los que llevan sangre de estas tierras y para los que, sin llevarla, también se sienten jurdanos de arriba abajo. Anima a que la comarca entera se vuelque en el carnaval, disfrutando de la jornada carnavalera del “Sábado Gordu del Antrueju” y se involucre en todos los rituales propios de este día, para que nunca se pierda esta tradición tan ancestral, que debería ser declarada, de una vez por todas, Fiesta de Interés Cultural, como lo vienen manifestando desde muchas cátedras y foros relacionados con la Cultura Popular.
Publicado: 22 de enero de 2016