A uno, como a muchos, le gusta la vida de barrio. Cuando sales de casa, pisas la calle y empiezas a dar los buenos días, notas casi el mismo calor que sueles tener en tu cocina con el hervor aromático y familiar de un buen guiso. Un decir. Todos, en nuestro barrio nos sentimos protegidos por lo afectivo y sociable del entorno.
En la compra diaria te aconsejan el filete tierno, las pechugas con tamaño, te ofrecen un vinito de oferta y te llevas el pan dorado, reciente y sin exceso de miga. Todo ajustado al gusto y gasto de cada uno. A la hora del café o del aperitivo se festeja discretamente el contacto diario y se fomenta la amistad, compartiendo muchas satisfacciones y pocas penas. En esas ocasiones, se suele hablar de todo y se discute de nada.
Uno suele pasearse por el barrio placentino de San Juan que tiene una Asociación de Vecinos muy activa. Pegado al Jerte y al espacioso parque del Cachón, no es un barrio distante; la cordialidad y la iniciativa festera de sus residentes lo hacen muy cercano.
El sábado 19 de diciembre recrearán su tradicional Belén Viviente. Este año, los 25 del Barrio (así se llaman) se aunarán a los chavales de la Parroquia de San Esteban para encarnar, por primera vez en esa iglesia, escenas de la natividad. Días después, un taller infantil y un vistoso mercadillo nos animarán a visitarles de nuevo. Lo sé, no es el tuyo ni el mío, pero noto que el barrio de San Juan ya va siendo de todos.
Publicado en diciembre de 2015
Alfonso Trulls