Nadie sabe muy bien el origen de la fiesta de La Encamisá, que se celebra la noche de cada siete de diciembre en Torrejoncillo, pero todos los que participan en este evento saben que sus padres,
sus abuelos y los abuelos de estos también salieron a caballo y andando, armados con escopetas, cubiertos con mantos blancos y custodiando el estandarte de la Virgen por las calles del pueblo.
La víspera del día de la Inmaculada Concepción, todos tienen a punto los mantos de puntillas y los dulces elaborados en las casas. Han reunidos leños para preparar las hogueras que iluminarán el cielo sobre la dehesa, así combatirán el frío y junto a la lumbre compartirán viandas y vino.
A las diez de la noche la plaza del pueblo se llena de gente y allí esperan a que se abra la puerta de la iglesia de San Andrés y salga el estandarte azul bordado con la imagen de la Virgen. La recibe el mayordomo que monta un caballo ataviado para la ocasión y lo muestra a todos los presentes, todo el pueblo es una exclamación de vivas a la Virgen y disparos de escopetas.
Comienza la procesión y el estandarte recorre el pueblo, entre exclamaciones de alegría, rodeado por los jinetes que llevan encima el manto blanco bordado a veces con estrellas. Se disparan cientos de salvas al cielo y se pronuncian miles de vivas a la Virgen.
Después de dos horas y media de recorrido el estandarte vuelve a la iglesia y los vecinos dejan pasar la noche en la calle, alrededor del fuego, comiendo dulces y relatando lo sucedido. Al día siguiente se inicia un año de preparación para la próxima Encamisá, en Torrejoncillo.
Publicado: Noviembre de 2015
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