Según los musicólogos, el palabro viene de refraín, o sea y musicalmente hablando, una frase corta, melódica y, por supuesto, rítmica. Dos o cuatro compases se interpretan varias veces seguidas, aunque se pueden alterar según venga el desarrollo armónico del conjunto. Mucho que ver con la pareja. El riff, como el amor, tiene que armonizar desde un principio; alguien lo lanza y el resto, la otra parte instrumental (quizá tu pareja) lo recoge y lo enriquece con otras armonías. Incluso pueden enredarse tres o más riffs para producir un contrapunto excitante. Aquí lo dejo.
Uno tuvo la oportunidad de escuchar mucha música en la pasada noche abierta placentina; la clásica renacentista, la de pulso y púa, algún canto coral y también un puntazo de jazz. Un disfrute.
Es el invento del blues, es el pilar en el que se aposenta el jazz. Ha sido y sigue siendo la salida oportuna para el rock. El riff está en la vida, en nosotros, en lo cotidiano. Digo y pienso que somos blues, aunque a veces algunos no sean conscientes de ello e incluso no les interese. Una pena, porque si tienes un riff molón en tu vida, inspirado, continuo y armónico -a ser posible con la otra parte- le alegras la vida y tú te lo pasas genial.
Fotografía: Jotacé
Publicado en septiembre de 2015