(Recomendamos leer esta nota escuchando a FranckSinatra y su I’ve got the world on a string). Sentado sobre el arco iris veo a Plasencia en mi anillo. Es mi alianza de compromiso con esta ciudad -un ancho aro de cuero negro entrelazado con fina cinta roja- que siempre viaja en un dedo de mi mano derecha como símbolo del swing y el galanteo que mantengo, día a día, con esta histórica urbe, que no pide nada, que solo regala.
Algo tiene esta tierra para mostrar al iris colores que no se aprecian a la vista limitada por el cerco de lo cotidiano. Veo grises en todas sus gamas, púrpuras y tonos cian que se mueven dentro de mi retina.
Tengo un anillo que me hace percibir tonos trigueños, bermejos y sonidos que Plasencia me entrega en sus calles, ambientes, y en la ribera del rio Jerte. Algo parecido a lo que dice Sinatra cuando frasea “I´ve got the world on a string”, pero convertido en una realidad que se adentra en mis sentidos.
Uno no puede salir a la calle sin el anillo. Me acompaña a moverme, a conocer a las personas, a balancearme delante de la Catedral, a cortejarla, y a distinguirle otros matices que nunca había apreciado.
En verano, en invierno, con tormenta o sin ella, esta ciudad me transmite un swing que difícilmente se puede escuchar, solo percibir.
Quien pasee con sensibilidad por sus calles sentirá ese contoneo histórico, también moderno y pegadizo, con el que Plasencia contagia al visitante. No se puede ignorar tanta danza para los sentidos.
Por todo eso y más estoy aquí, aunque siga yendo a la Sierra de Gata, siempre.
Publicado: 27 de agosto de 2015