Resonaron panderetas, tambores, guitarras, acordeón, voces en la noche placentina. La música folk envolvió a las personas que palmoteaban, saltaban al ritmo que los artistas invitados marcaban a la audiencia. Vibraba la Plaza Mayor de Plasencia en una media noche larga que prometía sonrisas, también besos armónicos de futuros amores.
Entretanto, los cientos de tenderetes abiertos a un interminable ir y venir de paseantes prometían una noche animada y jovial para todos aquellos que quisieran enzarzarse en un día especial para la ciudad.
En un agosto caluroso, todos los que vivimos en Plasencia éramos conscientes para ver, sorprendernos y escuchar. La cerámica, la artesanía más admirada y solicitada. Maestros alfareros lucieron su arte, preparando y elaborando vasijas, jarros, botijos.
Desde temprano, la boca me regalaba sabor a tomate y a otros productos de la huerta, aquellos que se ofertaban en puestos engalanados por gentes sencillas, vestidas con ropajes de fantasía extremeña, un gozo para los sentidos una amplia mirada hacia el color de un mágico día de la semana.
Pasó un Martes Mayor para este foráneo que se paseó complaciéndose de la bulla propia de la fiesta y todo su aderezo. Poco después, escuché una alegre canción que me trajo el recuerdo de la huerta extremeña, “Homegrown Tomatoes” del cantante folk Guy Clark .
Ahora, uno se queda con ese agradable sabor rosado, terminando la copa de aquel vino azul y con la mirada rebosada de color. Otra gozada, un martes regalado, como un beso a sabor extremeño, dulce.