Álex Chico es un poeta que constantemente explora el espacio y el tiempo con la habilidad de un Crononauta, quizás porque como él mismo afirma“, no tengo un sitio concreto con el que identificarme”. Es esa búsqueda constante, en un inmenso mapa sin equis definidas, lo que hace que nos encontremos ante la obra de un viajero (no de un turista), que refleja el bagaje constante en busca de lo diáfano, de la inmensidad de los campos Elíseos o de su propia habitación. Un lugar habitado/ y al mismo tiempo ausente/, así con uno de sus versos, podríamos describir su obra que en ocasiones llega a ser existencialista y refleja la mirada de un joven buhonero de versos que vende la pócima adecuada para la desubicación del alma.
Quizás, queridos amigos y amigas, Álex Chico sea el guardián de la frontera de las palabras, ese custodio que protege la verdad de los hombres y que a través de su visión deja caer ya sin rastro de daño, los versos que nos recuerdan que la tierra no es nuestro territorio, que somos hijos e hijas de lo intangible, que como el mismo Álex dice “Es un reflejo y es efímero”.
Nos cuenta que está preparando una pequeña novela que parece romper su tendencia poética y, desde ya le auguramos el mayor de los éxitos, siempre y cuando no abandone su descriptiva, minuciosa y bella forma de mirar. Pero hoy, nos centraremos en conocer al poeta y su nuevo poemario Habitación en W.
¿Quién es Álex Chico?
Según el buscador de google, varias cosas: un futbolista que juega en algunos equipos de segunda categoría, un fotógrafo, un poeta placentino… El último se parece a mí, aunque me hubiera gustado ser el que se gana la vida jugando al fútbol.
¿Por qué es tan importante en tu obra el espacio y el tiempo?
Tal vez por la carencia de lugar, por no tener un sitio concreto con el que identificarme. O por tener muchos a la vez. Me lo pregunto a menudo: ¿por qué mi gran tema, por llamarlo de alguna forma, es el espacio, la geografía, el lugar? Supongo que hay una combinación de factores: lecturas, viajes, emigración… Todo lo que he escrito está ligado a eso, incluido el tiempo.
Todos los poetas tienen una “obsesión” a la hora de escribir ¿cuál es la tuya?
Mi gran obsesión hasta el momento ha sido, como te comentaba, el tema del lugar, el diálogo que establecemos con el territorio que ocupamos o las diversas geografías por las que trascurre nuestra vida. La forma en que se contagian uno y otro. Unido a una obsesión más reciente, que quizás ya formara parte desde el comienzo. Me refiero al tema de la identidad ligada a la escritura.
¿A qué crees que se debe el florecimiento poético que está experimentando Plasencia?
Ese florecimiento, como es obvio, no se debe a un único factor, sino a la combinación de muchos factores a la vez. Para que haya un florecimiento, antes se ha tenido que sembrar. Y en Plasencia se ha generado un campo de cultivo que ahora está dando resultados muy notables. A lo que ya existía, como las aulas literarias, se han sumado otras iniciativas que impulsan la creación placentina. Hablo de la labor de gente como Juan Ramón Santos, de Julio Pérez, de Álvaro y Cristina desde La Puerta de Tannhäuser, del magisterio de varios autores que han vivido en la ciudad casi toda su vida, como Álvaro Valverde o Gonzalo Hidalgo Bayal… Y si a esto le añades lo de Centrifugados, un invento estupendo de José María Cumbreño que ha adoptado Plasencia como lugar de reunión… No está mal, ¿verdad? No digo que los autores nacidos a partir de los ochenta en Plasencia seamos el resultado. Sí, tal vez, una continuación lógica ante tanto estímulo en una ciudad tan pequeña.
¿Qué hay dentro de una habitación en W? ¿Has conseguido salir de ella?
Es una buena pregunta. Dar con una respuesta me está costando varios poemas. El escritor, como diría Paz, es un traductor del universo. A veces creo que mi función sólo es traducir lo que se encuentra en ese minúsculo y vasto universo que es el lugar de la escritura, al que he llamado con cierto afán perequiano “habitación en W”. Mi tarea es traducir lo que ha entrado en esa misma habitación y explicar su manera de proyectarse de nuevo hacia el exterior. Un movimiento doble, como ves. Un camino de ida y vuelta. Sobre si conseguiré salir de ella… No sé. Por todo hay que pagar un precio. Imagino que si quisiera salir, tendría que abandonar la escritura.
¿Qué sentido tiene la poesía actualmente?
Debemos distinguir entre sentido y función. Creo más en el primero, porque la poesía está más próxima a la necesidad que a la utilidad. Ya no nos sirve una poesía que explique lo que le sucede a tal o cual guerrero, o que desarrolle las aventuras de algún héroe por Castilla. El nacimiento de la poesía moderna española está en Jorge Manrique, un autor al que nunca me cansaré de leer. Cuando sufrí mi primera gran pérdida, la muerte de mi abuelo materno, recuerdo que me venían muchos versos de las Coplas a la muerte de su padre. Que un texto del siglo XV consuele, siquiera mínimamente, a alguien seis siglos más tarde me parece que ya justifica la existencia de la poesía, su sentido, su razón en el mundo. No encuentro mejor ejemplo para demostrar la importancia de la escritura poética.
¿Quién es para ti Javier Morales?
Además de un escritor magnífico, con libros que forman parte de mis lecturas fundamentales, Javier es uno de mis mejores amigos y una de las personas que más me han influido. Desde el primer viaje que hicimos juntos, en el año 95 o 96, no recuerdo, al Cabo de Gata. Me dejaba leer lo que escribía, sus relatos, su primera tentativa de novela… Yo, con cierto pudor, hacía lo mismo. La expectación que generaba en mí lo que pudiera decir de un texto mío era enorme. Recuerdo que, entonces, me enseñó algo que nunca me ha abandonado: me enseñó a hacer críticas constructivas. Sin su manera de incentivarme, sin sus consejos, no sé hasta qué punto hubiera continuado escribiendo. Ahora, con cierta perspectiva, puedo decirlo sin temor a equivocarme.
¿Qué le pides a un buen poemario?
Lo mismo que le pido a cualquier libro: que me haga ser una persona distinta cuando lo he finalizado. Lo que un lector le debe exigir a un libro es que le cambie de tal forma que ya no sea la misma persona que aquella que comenzó a leerlo. Hablo de cambios imperceptibles, insignificantes en apariencia, pero que proyectan una sombra tan alargada que es capaz de acompañarte siempre.
¿Escribes poesía cuando puedes o cuando quieres, crees en las musas?
Escribo poesía cuando leo, y por leer no me refiero sólo a lectura de libros. No creo en las musas, creo en la memoria como motor para construir un poema. Ya te comentaba antes: escribir no es más que traducir. Creo que uno concibe un texto antes, a veces mucho antes, de que lo plasme en un papel. Por eso no dejamos nunca de escribir. Qué ha tenido que suceder para que traduzcamos tiempo después algo ya visto o algo ya experimentado es una pregunta misteriosa, cargada de intriga. ¿Por qué ahora retomamos un hecho lejano, casi olvidado? ¿Qué paralelismos existen entre el presente y el pasado? ¿Qué ha activado nuestra memoria como para no poder contenerla y debamos traducirla por escrito? Todas esas preguntas están en el origen de la escritura.
¿En qué nuevos proyectos estás trabajando?
Es un momento interesante, la verdad. Y extraño, porque hay varias cosas que me hacen pensar que algo se modifica en mi escritura. Nunca antes había sido tan consciente de esa nueva exploración de formas, de temas, de propuestas literarias, por llamarlo de algún modo. Supongo que es un proceso natural, no lo sé. El próximo otoño publicaré una novela breve, en la que vuelvo a ciertas obsesiones: la ciudad (París, concretamente Montparnasse), las lecturas (la de José Antonio Gabriel y Galán) y el viaje. Es decir: geografía escrita, que es un término fundamental para mí. La diferencia es que ahora abordo todo eso desde una perspectiva distinta. Desde la nouvelle, aunque yo prefiera denominar ese texto como un ensayo ficción. Ahí me encuentro, explorando las posibilidades de un género tan difuso. También intento dar forma a un libro que reúna diversas anotaciones sobre la escritura, a partir de algunos fragmentos que dejó escritos un autor desconocido y al que llamaré, por preservar su misterio, el escritor de posdatas.
Apuntes de la biografia de Álex Chico
Álex Chico nació en Plasencia en 1980. Es licenciado en filología Hispánica y en DEA en Literatura Española. Ha publicado los poemarios Un lugar para nadie (de La luna libros, 2013), Dimensión de la frontera (La isla de Siltolá, 2011) y La tristeza del eco (Editora regional de Extremadura, 2008), además de las plaquettes Escritura, Nuevo alzado de la ruina y Las esquinas del mar. Es una persona inquieta, muy ligada a la literatura con afán por su divulgación. Sus poemas han aparecido en varias antologías, ha ejercido la crítica literaria en diversos medios de comunicación y fue cofundador de la revista de humanidades Kafka. En la actualidad ejerce de profesor en El Prat (Barcelona) y forma parte del consejo de administración de Quimera, revista de Literatura.
Publicado en agosto de 2015