Un recodo del río Jerte, a poco más de un kilómetro de la Isla, me trae al oído acordes de música acuática. La que me produce el fluir de esas aguas del río en ese punto.
Uno, que suele pasear con frecuencia a lo largo de la ribera placentina del Jerte, trata de oír música en lo que fluye. No solo las melodías folk que el iPod mete en mis oídos, si no las de los sonidos del agua.
Me cuentan que a las orillas del Jerte, los placentinos se solazaban del trabajo y de los calores del verano, al mismo tiempo que disfrutaban de juegos y baños con los que refrescarse.
La Isla del Jerte era y es como una estación veraniega a la que acuden los habitantes de Plasencia a disfrutar de un clima apacible a las horas atardecidas, a comerse un bocadillo, a sestear, a disfrutar del fresco ribereño y quizá de una brisa que suaviza ardores y que no suele aparecer por el interior de la de ciudad amurallada. También allí se puede escuchar música.
En cierta ocasión, hace siglos, Jorge I le encargó a Haendel que le compusiera una música adecuada para escuchar mientras se paseaba en barco por las aguas del Támesis. El compositor creó para él y sus invitados unas partituras específicas y destinadas a ese recreo. Las interpretó con su orquesta -durante el paseo flotante por el río- en una barcaza paralela a la del rey. Con tres Suites, Haendel ideó la música acuática, esa que quizá uno cree escuchar en algunos tramos recónditos del Jerte, no muy lejos del rumor de la Isla.
Puede leer esta nota escuchando Haendel Water Music
Publicado: 3 julio 2015