(Recomendamos leer este texto mientras escucha Viaje de Invierno de Franz Schubert).
Una de las más pregonadas virtudes de la Literatura es la de permitirte viajar sin moverte del sofá, de la cama o del sillón, la de esa posibilidad que te ofrece de, sin más esfuerzo que abrir un libro y ponerte a leer, trasladarte no sólo a lugares, sino, también, a tiempos lejanos. Lo traigo a colación porque eso mismo es lo que me ha sucedido últimamente, y sin esperarlo, con un par de libros que, además, debido a esa mágica virtud que –como no dejo de insistir– tienen las lecturas de alinearse dibujando curiosas constelaciones, transcurren, aunque en distintos momentos, por los paisajes de una misma Alemania preindustrial.
He dicho antes sin esperarlo porque no es el tema del viaje el que, de entrada, creía yo que iba a encontrar en esos libros. En el caso del primero, El viaje a pie de Johann Sebastian, de Carlos Pardo, publicado por Periférica, porque, a pesar de que el título parece hacer el tema explícito, uno ve la portada –que muestra a un señor limpiando, hace no menos de treinta o cuarenta años, la piscina Maspalomas– y lee por encima la contraportada, en la que se habla de la historia de una familia excéntrica como símbolo de un país y de una época, y acaba por pensar que el título es una suerte de capricho del autor, que quizá dentro no haya viaje a pie alguno y que el protagonista probablemente no sea el Johann Sebastian en el que cualquiera piensa al leerlo, sino algún otro personaje bautizado, también caprichosamente, con ese nombre. Sin embargo, uno comienza a leer el libro, que es muy bueno, y muy divertido, aunque también muy amargo, y que habla de la sociedad actual, de la ilusión del bienestar, de la crisis y, sobre todo, de la familia, y a las cien páginas se encuentra injertada una hermosa historia en la que el protagonista de la novela, Carlos, narra con mimo el viaje a pie de trescientos cincuenta kilómetros que Johann Sebastian Bach, con veinte años, hizo de Arnstadt a Lübeck para suceder a su maestro, el organista Buxtehude.
El otro libro con el que he tenido últimamente la oportunidad de viajar por una Alemania remota es El arte de la fuga, de Vicente Valero, también publicado por Periférica. En este caso, al comprarlo no esperaba otra cosa que volver a disfrutar de la magnífica escritura del poeta Vicente Valero, del que ya leí hace alrededor de un año –y reseñé en este rinconcito de PlanVE- su anterior libro, Los extraños. Pues bien, lo que Vicente Valero nos regala en esta ocasión son tres bellísimos relatos de trasfondo poético que, de algún modo, ejemplifican el arte la fuga. El primero, “Ven, hermana mía esposa”, es una fuga hacia la muerte, pues narra los últimos días de Juan de la Cruz en un convento de Úbeda y su huida de este mundo ya –podríamos decir– en olor de santidad. A este primer relato le sucede un segundo, “Parece que vivimos en una edad de plomo”, que irremediablemente me hizo recordar el “viaje a pie de Johann Sebastian”, pues narra el tránsito hacia la locura del poeta romántico Hölderlin a lo largo de un interminable viaje a pie, de más de 1.000 kilómetros, desde Burdeos hasta Stuttgart en la primavera del 1802. Por último, por si no estuviese lo suficientemente encantado con el libro, el último relato, “No sé quién soy ni qué alma tengo”, tiene como protagonista a uno de mis poetas favoritos, el portugués Fernando Pessoa, y describe la intensa noche del 8 de marzo de 1914, en la que Pessoa habría dado a luz al primero de sus heterónimos, al que acabaría por concebir, además, como su maestro, el también poeta Alberto Caeiro, dando pie, de ese modo, a una tercera, peculiar forma de huida: el desdoblamiento, la multiplicación.
Los dos libros son más que recomendables, pero yo hablaba, en el título de esta columna, de tres viajes alemanes, y lo hacía porque la lectura reciente de estos dos me ha traído a la memoria la de un tercero que también describe un viaje por Alemania, que también resulta muy recomendable y que, además, uno puede leer, para rematar felizmente la faena, acompañado de buena música. Hablo de Viaje de invierno, del poeta romántico alemán Wilhelm Müller, publicado, en este caso, hace algunos años por Acantilado, en versión bilingüe y una traducción de Andrés Neuman que te permite comprender la letra de los bellos Lieder que componen el ciclo Winterreise –precisamente, Viaje de invierno–, del compositor, romántico, como Hölderlin, Franz Schubert.
En fin, ahí les dejo esas tres viajeras –y musicales– recomendaciones, que quizá puedan servirles para refrescarse un poco, para sentir en la cara un reconfortante soplo de aire alemán en estos días de tórrido verano ibérico.
El viaje a pie de Johann Sebastian, de Carlos Pardo. Periférica. 18,50 euros.
El arte de la fuga, de Vicente Valero. Periférica.14,75 euros.
Viaje de invierno, de Wilhelm Müller. Versión de Andrés Neuman. Acantilado. 7 euros.
Publicado el 10 de julio de 2015