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La noche mágica de San Juan

Por el territorio jurdano cantan aquello de “La mañana de San Juan/perdió el mi amanti el sombreru/ y lo ha veníu a encontrá/la mañana de San Pedro”.  No es extraño que lo perdiera en madrugada tan llena de rito y magia y, cuando según voces antiguas, se permitía en esa noche en que tiene lugar el solsticio de verano a mozos y mozas el andar retozando al amor de la luna.  Por los pueblos del río Malvellido y el río Jurde, se iban a dormir, en amigable compañía, en las viejas majadas y, al alborear, acarreaban un roble u otro majestuoso árbol que, adornado en su copa con rojos ramos de cerezas, colocaban en alguna plazoleta de la alquería.  Luego, todos los vecinos bailarían en torno a él, bajo los sones del tamborilero.  Y sacarían a los animales de sus cuadras y también les harían dar vueltas alrededor del árbol.

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Saltando la hoguera de San Juan en Ahigal (Fotos: José María Domínguez Moreno)

Dormían mozos y mozas juntos en esa noche tan cargada de prodigio y de sensualidad.  Era costumbre ancestral.  Por ello, decían que “la que sanjuanes, marcea”.  Y es que de San Juan al mes de marzo van nueve meses justos y cabales, días arriba, días abajo.  En otras aldeas del concejo de La Ribera, por donde fluyen, serpenteantes y cantarines, el Río Malu y el Batuécah, los quintos enramaban esa noche las puertas de las mozas y dejaban que la copla escapase de sus labios: “En la noche de San Juan/pusi un ramu a la tu puerta/y dihpué que yo lo pusi/te bailé la zapatiéhta”.

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En Las Hurdes de otros tiempos un riquísimo mundo de creencias empapaba la noche y la madrugada de San Juan (Foto: Vicente Gombau)

San Juan cae a 24 de junio y todavía siguen ardiendo las hogueras bajo las estrellas en noche tan esotérica.  A partir de ahora, los días comienzan a acortarse y parece ser que la mentalidad arcaica de antiguas civilizaciones intentaba, con la fogata, insuflar fuerzas al sol, para que este no perdiera su categoría de astro rey.  Por tierras de Granadilla, aún puede disfrutar el viajero saltando entre las llamas.  El humo del fuego que se enciende esta noche, donde arden cantuesos y tomillos, se vuelve purificador, y todo el que brinque sobre la hoguera quedará libre de la sarna y de otras enfermedades contagiosas.  Refieren que, años atrás, las mujeres saltaban sin bragas, no sabemos si es porque tal prenda apenas se conocía o porque, efectivamente, deseaban ahumar al completo sus partes pudendas.  El “zajumeriu” (ahumado sagrado y ritual) continúa todavía.  Las cenizas se recogían y se usaban con fines profilácticos o para abonar los próximos “criaéruh” (liliputieneses invernaderos).  Luego, al alborear, antes de salir el sol, se despertaba a los chavales para que acudieran a presenciar la salida del astro, pues se decía que esa mañana asomaba bailando tras las montañas. Y todos, grandes y chicos, metidos de patas en alguna charca comunal, se lavaban a conciencia, buscando quedar libres de otros males y epidemias.

Las encantadas

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La comarca jurdana, por su carácter sociocéntrico, aún mantiene vivas muchas tradiciones sanjuaniegas (Foto: Hurdes, destino natural)

José María Domínguez Moreno es un conocido investigador de la Cultura Tradicional, natural del pueblo de Ahigal, que ha tocado muchos palos rebuscando en el imaginario popular de las villas y lugares extremeños.  Lógicamente, ha buceado en las procelosas aguas de la noche de San Juan, habiendo recogido varias leyendas sobre las “Encantadas”, personajes singulares que nos traen el recuerdo de las ninfas de la mitología clásica. También las hay por el País Vasco, donde reciben el nombre de “lamias”; “mouras” se llaman por Galicia; en Cantabria, le dicen “anjanas”, y “xanas” por Asturias.  En nuestros septentriones extremeños y otras comarcas aledañas, se habla de “mórah” (en Las Hurdes, “jáncanah”).  Suelen estar en relación con fuentes y ríos y, en la madrugada de San Juan, esperan que alguien las desencante, para colmar al desencantador de innumerables riquezas.  También surgen en dicha alborada otros personajes masculinos, como los “móruh” y el “Encantu mancebu”, pero largo y prolijo sería hablar de ello.

Y muchas hojas nos llevaría también hablar de otros ritos sanjuaniegos , ya fuere los relacionados con el toro, o con la cura de los niños “jerniáuh” (herniados o quebrados), o con las danzas rituales en torno a ciertas plantas (en las Hurdes, bailan alrededor del marrubio con el fin de eliminar la “tericia”, o sea, la ictericia), o de los ritos brujeriles y otros sortilegios en esta noche y en esta madrugada tan alucinantes y fantásticas.  Y es que por las tierras extremeñas, tal y como afirmaba el rumano y gran historiador de las religiones, Mircea Eliade, “ningún comportamiento religioso, por muy arcaico que sea, nunca está definitivamente abolido”.

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Por el pueblo de Santibáñez el Bajo, en Tierras de Granadilla, aparece el “Encantu mancebu” junto a la “Juenti de la bellota” en la mañana de San Juan (Foto: Jacinto Montero, “Chinty”)

Publicado: 19 de Junio de 2015

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