Uno, algunos días, arranca la mañana pisando el Enlosado y observando con admiración su entorno. Un espacio mágico a todas luces, tanto a las tempranas como a las atardecidas.
Independiente de su Historia monumental, el Enlosado de la Catedral placentina fue escenario de lúdicas situaciones y lugar de distintos y delictivos usos. En el siglo XVI fue sitio predilecto para las reuniones y juegos de los delincuentes de la época, un garito al aire libre para el hampa. Por la noche, las prostitutas lo convertían en el centro de sus citas y trajines.
Poco después, el Enlosado sirvió de depósito e histórica cuna provisional para aquellos bebés que habían nacido ilegalmente sin ser deseados, los expósitos. Afortunadamente, los nobles y adinerados placentinos acostumbraron a incluirlos en los beneficios de sus herencias.
Todo esto, uno lo ha aprendido de un libro con raigambre, prestado con cariño.
El que recibe y aprecia el libro prestado o regalado hace amigos de las palabras, de las historias y de los sueños. Generalmente, de esa entrega temporal y de su comentario posterior nace una relación amistosa e incluso amorosa.
Uno conoce a una persona que a causa de un libro prestado, sus posterior cita para la entrega y del palique que de todo ello se derivó, se llegó a enamorar y poco después a casar, a través del Whats App, con quien le cedió aquel texto. Y no es una broma.
De ahí, la importancia, el gozo de la vida y del saber que a cualquiera nos espera entre las páginas de un libro prestado, inapreciable.
Publicado: 29 junio 2015