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Pérez Walias desde su rincón de la poesía

Hoy, desde planVe Extremadura entrevistamos al placentino Javier Pérez Walias, poeta de reconocimiento nacional. Cuenta con casi una quincena de libros publicados, y ahora recopila una minuciosa selección de dichas publicaciones en una magnífica antología poética titulada Otrora, nos  ofrece así una amplia panorámica de su trabajo. Poseedor de varios premios: IX Premio de Poesía “Residencia” de Cáceres, XVII Premio de Poesía Ciudad de Vélez-Málaga, y XVII Premio Bienal de Poesía “Provincia de León, sus poemas han aparecido en diversas antologías y revistas especializadas. Entre los años 2005-2009, dirigió junto a José Manuel Fuentes la colección de poesía “Cuadernos del Boreal”. Ha participado en proyectos creativos con artistas como los pintores Joaquín Paredes, Rafael Carralero, Javier Alcaíns, o el artista visual y Premio Nacional de Poesía Juan Carlos Mestre. Y así, enumerando sus logros y  hazañas literarias, podríamos seguir largo tiempo, pero hoy nos centraremos sólo en el poeta y su visión.

javier pérez walliasJavier Pérez Walias ejerce el oficio del palabrista a tiempo completo, rescatando lo esencial a través de su mirada prensil, pues su poesía nace de la contemplación y la meditación. Lucha contra el olvido, afirmando que, “El paso del tiempo no debemos relegarlo al ámbito de lo circunstancial y sí, por el contrario, tomarlo desde los efectos que provoca en nosotros”. Walias, mira de frente el negro abismo de la muerte, quizás, porque la curiosidad literaria y espiritual de este poeta, le despierta el interés por saber qué hay después del viaje en la barcaza de Caronte o, simplemente, porque así nos hace valorar más la vida, recordando a aquellos seres queridos que ya se fueron. Aunque hay mucho más en su poesía, me atrevería a decir que encierra o libera, todo aquello que es necesario para el ser humano: hay renacimiento, estaciones, viajes, piedras, charcos y mares, establecimientos con olor a especias y casas llenas o abandonadas. Este placentino de mirada apacible, deambula en los sueños que al despertar no recordamos.

Y ahora os ruego me disculpéis porque lo que voy a hacer, quizás no entra dentro de los cánones éticos en una entrevista, pues, rompiendo la cuarta pared, debo deciros, que para mí,  Walias personifica todo lo humano, vital y necesario que uno ha de poseer para saber convivir con el talento sin llegar a corromperse. Javier Pérez Walias es una experiencia transformadora,  un hermoso reencuentro con todo lo que alguna vez fue humanamente posible o no. Por todo esto y más, os invito a habitar sus palabras y conocimiento para así encontrarnos ante “El poeta”.

Con casi una quincena de libros publicados, ¿qué ves cuando miras hacia atrás?

En realidad, lo que veo cuando miro hacia atrás, después de muchos años de escritura —como dices en tu pregunta— son todas esas cosas que he ido depositando en un rincón —así lo escribe María Zambrano— para preservarlas del olvido, para poder tomar de nuevo impulso y seguir camino. Para mí, ese rincón es la poesía. Un oficio que he intentado ejercer de la manera más honesta posible. Y es ahí donde guardo todo lo que en verdad me importa: momentos entrañables, encuentros, personas, olores, paisajes, lecturas, pérdidas… Incluso todo aquello que está por venir, con la certeza de que también acabará siendo una presencia prolongada en nosotros.

¿Qué se esconde en los poemarios de Javier Pérez Walias?

En mis libros lo que hay, creo yo, y procuro ponerlo al alcance del lector siempre que el lector se deje ocupar por los poemas, es una suerte de estar. El entorno nos determina. La mirada vertida así sobre los lugares me permite percibir y transmitir sensaciones. Me empeño en rescatar lo esencial, lo singular de mí mismo para compartirlo. Podría decir que mi poesía nace de la contemplación y la reflexión, convirtiéndose en un cauce hacia el conocimiento             del yo, del otro, del paisaje común. Surge como respuesta a algunas   interrogaciones, aunque soy consciente de que muchas veces, lo realmente difícil es hacer las preguntas. La poesía es oficio, pero es también confesión, y ha de entenderse desde una actitud coherente, ética y estética. Debemos, entre todos, mantenerla alejada de cualquier mentidero e improvisación estéril.

¿Cuánto dura un instante en tus ojos?

El paso del tiempo es una de mis obsesiones y por lo tanto es uno de los temas que atraviesa mi poesía. Pero la percepción del tiempo es maleable. Pensemos en la idea del fluir de la vida, por ejemplo, en la poesía machadiana. Es evidente que la expresión poética está imantada a una manera particular de mirar, y esa mirada es la que nos permite dilatar o constreñir el paso de las horas. Nuestra existencia está tejida de instantes y espacios reales; de afectos y desafectos, y de lo que se trata es de que un instante acabe habitándonos como un espacio temporal perdurable. Este hecho acontece en el poema. El paso del tiempo no debemos relegarlo al ámbito de lo circunstancial y sí, por el contrario, tomarlo desde los efectos que provoca en nosotros. La memoria, el aquí y ahora y los anhelos e ilusiones del mañana obedecen a la idea de pasado, presente y futuro. Lo inexorable no nos es ajeno, es algo consustancial a nuestra condición.

¿Qué llevas en tu mochila de palabrista?

El término palabrista me sugiere, así de primeras, el de equilibrista y, en cierta medida, el poeta es eso, un explorador de los espacios frente al vacío en el que nos movemos, aunque tengamos los pies en la tierra. Es un explorador desde las alturas de los trapecios del lenguaje, un ser en soledad sobre la cuerda del tiempo y la memoria. En la mochila de palabrista, como dices, uno lleva, además del lápiz y el cuaderno de notas, algún que otro libro —casi siempre de        poemas—, algunas tarjetas de visita y las palabras necesarias con las que hacer juegos malabares desafiando la fuerza de la cotidianeidad. También un vacío sin fondo que conviene ir colmando, pero sin urgencia.

¿Quiénes han sido los poetas qué más te han influido?

Más que de nombres, te hablaría de lecturas concretas, incluso de poemas o versos que acaban formando parte de uno mismo, a veces, sin tener conciencia de ello. Pero, claro que hay poetas que me han influido. Supongo que mi poesía bebe de nuestra tradición clásica; de poetas como Juan Ramón Jiménez, sobre todo de su poesía “inteligente”; de la poesía surrealista del 27. Y más cercanos en el tiempo, citaría a Claudio Rodríguez, Valente, Gamoneda. Así como del pensamiento de María Zambrano… Pero, en mi caso, también habría que acudir a la obra de pintores y artistas plásticos como Rafael Carralero, Vostell,  Mestre o  Javier Roz. Aunque, en verdad, todo lo que nos rodea influye en nuestra manera de ver el mundo y en nuestra escritura. Aprovecho para recordar aquí al que fuera mi maestro, don Ricardo Senabre cuyas enseñanzas siempre las tengo   presente.

Al Qarafa mira de frente la muerte, ¿es un ejercicio necesario para todo poeta?

No sé si mirar la muerte de frente, como dices, es un ejercicio necesario para todo poeta. Para mí, sí lo fue. A veces, la muerte nos elige y entonces no tenemos posibilidad de huida. En Al Qarafa he procurado abordar este tema desde varias perspectivas, incluso con cierto sentido del humor: piensa en ese joven poeta que se suicida con el nudo corredizo de un verso alejandrino. Al Qarafa es también la ciudad de los muertos de El Cairo, un enorme cementerio donde los vivos “conmueren” con los muertos. Es un intento de asimilar las pérdidas, hasta donde eso es posible, y un ejercicio de conocimiento a mis ausentes, para que su memoria no caiga en el olvido.

Te hago la misma pregunta que le hice a él, pero al contrario, ¿Quién es Francisco Fuentes?

Francisco Fuentes (Fran), como bien sabes, es sobrino mío, y por lo tanto es una persona a la que me une una relación muy estrecha y un gran cariño. Pero también nos unen otro tipo de afinidades, como la escritura, e incluso tenemos algunos amigos comunes dentro del mundillo literario como el poeta asturiano José María Castrillón, quien, por cierto, nos visitó no hace mucho para presentar, aquí en Plasencia, el último libro de Fran. Dicho esto, Francisco Fuentes es un artista que toca muchos palos y yo diría que todos los toca muy     bien: hace música, pinta, esculpe, dramatiza en sus lecturas y, por si ello fuera poco, es un buen poeta. Su último libro Rocky Tokio Gang Bang, publicado en la colección “Luna de Poniente”, da buena cuenta de su talento. Creo, sinceramente, que Fran tiene ingenio, una agudizada sensibilidad y mucho  futuro. Va un paso por delante.

¿Qué opinas del florecimiento poético que está experimentando tu ciudad natal, Plasencia?

Te diría que estamos ante un creciente interés por la poesía en un momento en el que los valores éticos y estéticos de nuestra sociedad están bajo mínimos. La feliz consecuencia es la irrupción de un buen número de poetas jóvenes, con nuevas propuestas, algunas muy interesantes. Aunque la mayoría de ellos reside fuera de Plasencia, es cierto que han logrado revolucionar la vida poética local. Me refiero a aquellos que dio a conocer Álvaro Valverde en lo que bautizó como   “La plaga lírica” (Alex y José Manuel Chico, Francisco Fuentes, Víctor Martín y Víctor Peña). Pero también han contribuido, sin duda, la magnífica labor dinamizadora que desarrolla un espacio de encuentro como es “La Puerta de Tannhäuser”, o la “Asociación Cultural Caleidoscopio” y, en otro tanto, el hecho de que se produzcan iniciativas y eventos como “Centrifugados”, gracias, en este caso, al tesón y al trabajo del editor y poeta José María Cumbreño y a la gestión de Juan Ramón Santos y Julio Pérez.

¿Qué es Otrora?

otroraOtrora es una conjunción de poemas y, en cierta medida, una revisión de los libros que he publicado a lo largo de veinticinco años. Pero, más que una antología, Eduardo Moga y yo mismo hemos querido que respondiera, como libro, a criterios de unidad, coherencia, equilibrio… Se han recogido poemas de todas las entregas, desde 1988 hasta 2014, y con ello se ofrece una amplia       panorámica de mi trabajo. Tanto el prólogo “Poesía para no olvidar” del propio Eduardo Moga, como el epílogo de Javier La Beira y los grabados de Mestre, contribuyen de forma muy especial a esa unidad de la que te hablo. Por otro lado, como se lee en el prólogo, toda poesía es una forma de mirar. Antes que palabra, la poesía es mirada, y Otrora es, en este sentido, la percepción del   mundo a través de mis ojos.

¿Javier Pérez Walias es un poeta que lucha contra el olvido?

La poesía nos ayuda a tomar conciencia de las cosas, a tomarnos en serio todo aquello que nos atañe como personas, y más aún como personas en sociedad. La memoria toma cuerpo en el poema, en el lenguaje, nos confiere presente y nos   abre expectativas. Por lo tanto, es necesario disponer de ese rincón del que te hablaba al principio. El olvido hay que combatirlo desde las trincheras del   lenguaje, desde la vigencia de los recuerdos, porque el olvido puede ser aún más doloroso y definitivo que la muerte, y no hablo solo de individuos, hablo de comunidades o, incluso, de pueblos enteros. La poesía, sin duda, nos salva.

¿Qué esperas del lector o, qué buscas en el lector?

Lo que más me interesa es que el lector se deje ocupar por los poemas para  sentir que lo que ahí está es de verdad, que se deje arrastrar por el ritmo, por las imágenes, por el alma que hay en los versos. Al mismo tiempo, le pido que sea un lector cómplice, osado, que indague en las significaciones hasta encontrar la más fiel al tú que habita las palabras. Por último, le pido generosidad en el   empeño pero con una actitud crítica. Al fin y al cabo, el lector acaba siendo  alguien anónimo que comparte tu yo.

Tienes una mirada que todo lo atrapa y eso se refleja en tus libros, ¿para ser poeta es necesario ser buen observador?

Mira, la capacidad de observar, de estar siempre alerta (ya lo decía Claudio Rodríguez) es, sin duda, la mejor disposición para aprehender la realidad, para empaparse de ella. Hay que utilizar la mirada como acto de percepción, como    una lente que nos permite descubrir las cosas en su  verdadera entidad de ser.  Nos permite convertir lo que son las cosas —en su apariencia— en hallazgo. Y esa verdad nos impregna en forma de poema. El poeta no puede  “dejar descansar el ojo”.

¿Qué le pides a un poemario ajeno?

Un libro de poemas debe ser un artefacto generador y multiplicador de  sensaciones. Debe estar escrito, ante todo, desde la honestidad creadora. Por otro lado, prefiero que el poeta asuma riesgos, que apueste por la imaginación, por lo inexplorado. Al poema le pido que me hable de mí mismo, es decir, que me transmita la tensión, la emoción, el asombro que al poeta le produjo el hallazgo, origen de su escritura. Un libro es una casa (estancias, galerías,   enseres…) que el yo y el tú habitan en unas circunstancias emotivas, durante   un tiempo contrario al de las  agujas del reloj. A partir de aquí, el poema (libro) deja de pertenecer al poeta y podrá ser habitado por cualquier inquilino.

 Sin tratar de persuadirlo para que abandone, ¿qué consejo le darías a un joven poeta?

La experiencia me dice que no es muy aconsejable dar consejos. Mira, me vienen a la cabeza unas palabras de Auden que decía que, en los comienzos, es más importante cortejar a Dama Filología que a la Musa —y concluía—: ¿Cómo sabré lo que pienso sin ver lo que digo? Pues eso. Pero, en fin, si tuviera que   dar algún consejo (a un joven poeta), le diría que persevere en lo que cree, que no ceje en el empeño y que sea muy exigente consigo mismo.

¿En qué estás trabajando ahora mismo?

Ahora mismo, sigo con la promoción de Otrora (próxima parada en la Feria del Libro de Madrid). También estoy ordenando y recopilando fragmentos para un libro futuro, y trabajando en algunos textos críticos. Eso es todo.

Publicado el 2 de junio 2015

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