He dicho en infinidad de ocasiones que me fascina la forma en que los libros se agrupan dibujando una lógica, y si no dejo de afirmarlo, aun a riesgo de parecer pesado y repetitivo, es porque tampoco deja, una y otra vez, de sucederme. No hablo, desde luego, de premeditación, de lectura metódica, de leerse de cabo a rabo Dostoievski, la Generación del 27 o los imprescindibles del realismo sucio, sino de lo que acontece cuando, de forma azarosa, se cruzan en tu lectura dos o más libros seguidos, cada uno de su padre y de su madre, que establecen por su cuenta entre ellos conexiones, iluminándose con tal intensidad que al final te cuesta trabajo pensar que este tipo de coincidencias sea, tan solo, fruto del azar.
La última experiencia de este tipo la he tenido con La felicidad de estar perdido, un libro de poemas de Kepa Murua, y con la ya célebre Biografía del silencio, el ensayo superventas (dos palabras que, así, seguidas, de repente, parecen un oxímoron) de Pablo d’Ors. El primero lo compré en Centrifugados casi sin mirar, movido por el entusiasmo con el que el poeta y editor Ferrán González había hablado del autor en una mesa redonda, y el segundo, quince días después, en una librería movido por la curiosidad, por saber de qué iba ese librito del que, aquí y allá, venía escuchando hablar desde hacía tiempo.
Pues bien, los dos juntos, leídos en cualquier orden, uno detrás de otro, otro detrás de uno o ambos de forma simultánea, alternando prosa y verso, componen una suerte de tratado sobre la felicidad, sobre la felicidad callada, con minúsculas, o, quizá mejor dicho –pensando sobre todo en los poemas de Kepa Murua–, sobre las felicidades, sobre las discretas ocasiones en que la vida nos ofrece, cada día, la posibilidad de ser felices.
Respecto a La felicidad de estar perdido, es un poemario largo, compuesto por poemas largos que parecen, al final, fundirse, en un larguísimo poema de más de doscientas cincuenta páginas en el que el autor recorre la infinidad de formas en las que la felicidad se disfraza a diario –la de no hacer nada, la de subir a una cima, la de no entender gran cosa, la de caminar con un viejo amigo, la de volver al trabajo–, y lo hace con tal intensidad, basándose en la mera repetición y en la sencilla verdad de las palabras, que al terminar a uno le cuesta trabajo no convencerse de que las felicidades están ahí, al alcance de la mano, aguardando plácidas a que, simplemente, disfrutemos de ellas.
En cuanto a la Biografía del silencio, uno cierra el libro con unas ganas locas de olvidarse de todo y, siguiendo los consejos de Pablo d’Ors, sentarse a meditar, a ensimismarse, y aunque luego, envuelto en la vorágine de los días, uno encuentre con facilidad excusas para no hacerlo –el trabajo, el dolor de espaldas, la absoluta falta de tiempo–, las palabras de d’Ors siguen ahí, reverberantes, recordándonos que a menudo los problemas no son tales, que anhelamos bienes que no necesitamos, que nos preocupamos de cosas que, al final, carecen de importancia, que vivir no es lo que creemos y que, de nuevo, aunque no lo creamos, la dicha es posible.
Es verdad que, analizados así, fría y consecutivamente, sobre el fondo blanco de la pantalla, puede que estos dos libros no tengan que ver entre sí, después de todo, tanto como anunciaba, porque el uno es una larga celebración poética y el otro, un sosegado ensayo sobre las virtudes del silencio y la reflexión, porque Murua habla de perderse y d’Ors, de encontrarse, porque este mira hacia dentro y el otro, hacia fuera, pero les aseguro que, por encima de las diferencias, incluso de las contradicciones, los dos juntos componen, inesperadamente, una eficaz herramienta de autoayuda que les llevará a sentirse al terminar, si deciden leerlos, no sé si más felices, pero sí, les aseguro, inmensamente más tranquilos y optimistas.
La felicidad de estar perdido
Kepa Murua
La isla de Siltolá
15 euros
Biografía del silencio
Pablo d’Ors
Siruela
14,90 euros
Publicado: 22 mayo 2015