Tras los excesos del carnaval llega la cuaresma, período de cuarenta días que finaliza con la llegada de la Semana Santa. Esta tradición, basada en creencias religiosas marcadas por la iglesia católica, supone una época de arrepentimiento y purificación apoyada en la abstinencia, el recogimiento y el ayuno.
De aquí que todos los viernes del período de cuaresma no se deba comer carne. De este modo, esta tradición religiosa se traduce en tradición gastronómica que se ha ido pasando de generación en generación por los hogares extremeños.
Sin lugar a dudas, el plato típico que viste las mesas de la región es el añorado potaje, cocinado a base de garbanzos, arroz, bacalao y espinacas. Otros de los manjares que se degustan en este tiempo son los huevos rellenos, las tortillas, las cazuelas de bacalao con patatas y los diferentes escabeches. Recetas castizas guisada a fuego lento que hacen recordar a las abuelas y sus perfumados pucheros. Todas estas viandas se pueden acompañar de un buen vino y, si de cosecha se tratase mejor.
También en cuaresma se comen dulces y aunque éstos se puedan ingerir durante todo el año es ahora cuando recobran popularidad. Torrijas, leche frita, repápalos… son algunos de los más demandados durante estas semanas.
El recetario es amplio y a pesar del paso del tiempo los establecimientos de hostelería extremeños conservan esta tradición culinaria. Es fácil encontrar los viernes de cuaresma en las cartas de los restaurantes o en las casas de la zona el legendario potaje o las míticas torrijas. Juana, vecina de Ahigal, cuenta que hace potaje todos los viernes de cuaresma como su madre hacía, ya que “es un plato muy completo que nos trae muy buenos recuerdos”.
Es tiempo de cuaresma, o mejor dicho, tiempo de disfrutar del amplio abanico de platos que nos ofrece esta costumbre.
Publicado: 17 marzo 2015