La Villa del Arco es uno de esos pueblecitos mágicos del Norte de Extremadura donde permanece la esencia de lo rústico, la belleza paisajística y el silencio de una villa semihabitada. Apenas a cuatro kilómetros de Cañaveral, se alza el también llamado cariñosamente Arquillo de los Limones con un puñado de casas como huella de la arquitectura tradicional, calles empedradas, un pequeño arroyo y su iglesia, en lo alto, con un cementerio de tres lápidas anónimas. Desde allí se contempla la inmensidad de los Llanos de Cáceres y el embalse de Alcántara y asistir desde ahí al amanecer o al anochecer es un placer para los sentidos.
Se puede subir a pie por un sendero sin dificultad en una ruta corta que, a la vuelta a Cañaveral, será de unos seis kilómetros aunque la otra opción es por la carretera, lugar de paseo para muchos vecinos. Es una propuesta que se puede hacer con niños porque el premio es descubrir un diminuto y encantador pueblo que por su contribución a la conservación de la naturaleza y el patrimonio cultural es Premio Adenex 2011. Es un lugar de culto para los hijos de Cañaveral y cuenta con su propia Asociación de Amigos de Villa del Arco. Razón tienen porque parece como de cuento.