Cuando el sábado, día 14 de este marzo que se nos volvió mayo, dé en amanecer por las altas cumbres de las serranías jurdanas, ya estarán los tamborileros apretando las cuerdas de sus tamboriles. Al poco, desfilarán por las calles de la villa de El Casar de Palomero, anunciando la esplendorosa, jaranera y pantagruélica jornada que se avecina. Y es que esta villa jurdana acoge este año la XIV edición de la Matanza Tradicional Jurdana.
A los vecinos de tal villa se les moteja como “judíos” (“judíuh”, en el habla dialectal de la zona), ya que Casar de Palomero acogió a una nutrida comunidad judaica en el Medievo, como se desprende de los castellanos de oro que tuvieron que aportar los miembros de la comunidad mosaica para sufragar la campaña emprendida por los Reyes Católicos contra los moros de Granada. Luego, hubo desavenencias entre religiones y dieron en surgir terribles calumnias antijudaicas. Los frailes del cercano convento de San Marcos, endeudados hasta las cejas con los judíos, atizaron la hoguera y las llamas se alzaron con virulencia. Las leyendas, cargadas de lapidaciones de símbolos cristianos (cruz del Puerto del Gamo) y otras difamantes contiendas, aún permanecen en las bocas de los vecinos de la villa. Desde lo alto del pico de “Santa Bárbara”, en la sierra de Altamira, los imperceptibles vestigios de una fortaleza de la que hay clara constancia en el siglo XII asisten, impasibles, ante la mucha historia que acumula la villa jurdana, que de haber mantenido su estructura arquitectónica serrana podría hoy tener un tirón turístico semejante al del pueblo salmantino de La Alberca.
El antiguo castillo, con torre del homenaje, alcazaba y amplio espacio abaluartado, fue demolido el 14 de agosto de 1489, a instancias de Mayor Coello, comendadora del Sancti Spíritus y de una carta-orden firmada y sellada de antemano por el duque de Alba. Los testigos aseguran que no quedó piedra sobre piedra. Pero si ayer se echó abajo el castillo, el sábado, día 14, lo que se echará a tierra será el “lichón”, después de haberlo mandado para el otro barrio sobre la mesa matancera. Sobre el santo suelo se le chamuscará con las carquesas, tal y como ordena la tradición, mientras el personal le da a las perrunillas y al aguardiente.
Ritos
La matanza tradicional jurdana siempre fue todo un acontecimiento, alargándose dos o incluso tres días, en los que se comía a dos carrillos y se bebía como cosacos. En ella, se afianzaban y se reafirmaban los vínculos familiares, rodeándose de ritos con gran importancia etnográfica y antropológica, ya fueren de circunvalación, de solidaridad comunitaria, de alejamiento de males, profilácticos o de culto a los antepasados. Tenía sus aspectos lúdicos, con variantes para los más chicos y los más grandes. También conllevaba determinados guisos o platos para cada uno de los días que duraba. Por las noches, se celebraban los “seránuh”, que venían a ser tertulias en torno al fuego, donde se recenaba a base de castañas “pílah”, “jíguh pásuh”, “tohtérah” y unas “píntah” de aguardiente. Se narraban cuentos, leyendas y otras historias; se cantaban viejas coplas y se ejecutaba el “Baili de lah morcíllah”, danzando, al son de una sartén repicada con una llave, bajo las varas de las que colgaba la chacina, en la creencia de que este baile alejaría a las brujas y otros seres del bestiario jurdano, cuyas malas artes y poder de aojamiento podrían malograr las carnes embutidas y adobadas. Estos rituales se escenificaron por los años 90 del pasado siglo en la alquería jurdana de Aceitunilla, concejo de Nuñomoral, en una matanza organizada por el grupo “Estampas Jurdanas” y sufragada por la productora “Libre Producciones”. Sería de desear que, en cada nueva edición de la Matanza Tradicional Jurdana, se escenificara todo este rosario de ritos, como legado de las antiguas generaciones y para que no se borrara de la memoria colectiva del pueblo jurdano.
En el programa confeccionado por el Ayuntamiento de Casar de Palomero se nos habla de la escenificación de la Matanza Jurdana a eso de las 11,30 horas, para pasar, al cabo del rato, a mover las mandíbulas todos los asistentes con las parrilladas de carne asada. Y luego de bien comidos y bien bebidos, los tamborileros animarán al personal a que aligere la pesada carga de sus andorgas. Habrá otras sorpresas, pero eso ya corre por cuenta de Nano Jiménez Domínguez, genial tamborilero y alma máter de toda la movida sociocultural y etnomusicológica de la mentada villa.
Publicado: 11 de marzo de 2015