La duodécima edición de la Matanza Tradicional Canchalera, organizada por el Ayuntamiento aceituniego que dirige Josafat Clemente Pérez, ya está en marcha. Los vecinos de la localidad de Aceituna, conocidos comarcalmente como “canchaléruh”, ya andan afilando los cuchillos para acudir al paraje de “Loh Pozaráncuh”, al objeto de participar en esa matanza tradicional que supone el pistoletazo de salida al carnaval que, con tanta algazara, se celebra en el mentado pueblo.
Después que el personal llene bien la panza con los opíparos guisos de la matanza, ya estará la charanga “Los del Barrio” dispuesta a salir desde la plaza del Parque Municipal, acompañando a las cuadrillas que, embutidas en sus indumentarias de antruejos, comenzarán a desfilar por las calles del lugar. A las 21,30 horas, se ha programado el espectáculo “Tributo a Joaquín Sabina”, en la carpa Municipal de “Los Llanos”. La jornada se cerrará con la discoteca móvil “Santos Music”, para que chicos y grandes muevan el esqueleto hasta la hora nona.
La mañana del domingo, día 15, se abrirá con un tradicional pasacalles y una tirada de caramelos. Luego, se correrán los gallos y habrá una comida de hermandad en la nave municipal, organizada por la asociación de amas de casa “Santa Marina”. En lo que concierne al lunes, a las 16,00 horas se celebrará un desfile de disfraces por las calles del pueblo y una batukada, de cuya organización se responsabiliza la AMPA del colegio público. Dos horas más tarde, se iniciarán diferentes actividades de animación y deportivas, talleres de maquillaje de cara y tatuajes de henna, en el pabellón polideportivo municipal.
Las jornadas carnavaleras se cerrarán el Martes de Antruejos con el “Entierru de la sardina” en la zona de “Loh Llánuh”, a golpe de tamboril y flauta y el consiguiente llanto de las plañideras, que ven temerosamente cómo se acaban los días de jolgorio y se acercan los tiempos cuaresmales, que hoy ya no son ni sombra del ayer, cuando se cerraban los salones de baile, había que ayunar y abstenerse de comer carne algunos días (aunque ciertamente la carne no era un plato diario en la mayoría de las familias campesinas), confesar y comulgar obligatoriamente cada dos por tres y ni se podía cantar y casi ni reír.