El 3 de febrero de 1557 el Emperador, Carlos V, realizó el último tramo de viajes, desde Jarandilla a Yuste, una vez terminado su palacio. Recordando aquella jornada, La Vera, lo celebra recorriendo a pie y a caballo, emulando aquella última retirada del poder del monarca, después de toda una vida viajando de una a otra parte. Este tramo de viaje corresponde a la marcha que inició meses atrás en Laredo, Cantabria, hasta llegar a Extremadura.
El retiro de Carlos V responde a dos motivos fundamentales: el primero es prepararse, como hombre profundamente religioso, al encuentro con Dios en la otra Vida, y el segundo, para recobrar en lo posible la salud y disfrutar de las pequeñas aficiones: sus libros, sus relojes, sus mapas, la caza, la pesca, los paseos y las conversaciones tranquilas y, sobre todo, para gozar de la buena mesa.
Los cronistas del Emperador comentan, no obstante, que el Monarca realizó diferentes salidas en plan paseo, a pie o a caballo, aunque no concretan los lugares de dichas visitas; y así es muy posible que el monarca estuviera en Jaraíz, máxime contando en aquel tiempo con el famoso convento de la Magdalena por una parte, y por otra, con su mercado, popular ya en aquella época, dentro de estos pagos; y mucho más, si tenemos en cuenta la tesis de la profesora Claudia Möller, de la Universidad de Extremadura, según la cual, Carlos V estuvo en el municipio jaraiceño entre el 26 de febrero y 1 de marzo de 1526, llegando a cenar y pernoctar en la villa, cuando iba, camino de Sevilla, al encuentro de su futura esposa, Isabel de Portugal.
El cronista extremeño, Domingo Sánchez Loro, escribe que el Emperador recibía de las poblaciones de la Vera variados productos alimenticios, que detalla minuciosamente, así como el vino, que el monje cronista comenta: “Le gustaban los vinos del Rhin, que se hacía traer de Alemania, los de Cádiz, Cariñena y los mismos de la Vera: el tinto de Jaraíz y Cuacos, el blanco de Jarandilla y el clarete de Pasarón, aderezados en la guisa que sabe fray Juan de Ortega, y según proveía en Yuste su tonelero Francisco Imbreschsic”. Y junto al vino la cerveza que se hacía fabricar en Yuste y el mismo Emperador introdujo en España.
La verdad es que el Emperador era un tildado gourmet, aunque no hacía asco a nada. Cuenta el secretario Richard Morysine, del entonces embajador inglés, Roger Ascham, que coincidió con el Emperador en un banquete que ofrecieron los Caballeros del Toisón de Oro, durante la dieta de Augsburgo, el año 1550, o sea, cuando Carlos no era ya un jovencito, que “se maravilló de ver comer al Emperador sucesivamente grandes tajadas de buey cocido, de cordero asado, de liebre guisada al horno, de capones, etc., todo ello bien rociado, como le placía, hasta vaciar cinco veces la copa, lo que calcula que llegaría a no menos de un litro de vino del Rhin por vez”.
En Yuste le preparaban diariamente para su almuerzo veinte platos (no aperitivos o tapas) de los que devoraba cuanto podía con fruición, y por si acaso, “le gustaba tener un jamón de Montánchez a mano por si le venía hambre, de manera que el mayordomo le cortase unas lonjas”.
La Ruta del Emperador, de Interés Turístico Regional, se celebra este año 2015 en su XVI edición el día 7 de febrero, y la ecuestre, el 14, organizadas ambas por la Mancomunidad de municipios veratos y la Asociación para el Desarrollo Integral de la Vera (Adicover), con el patrocinio de los Fondos Feader, en colaboración con el Gobex, Diputación, Fundación Academia Europea de Yuste y los ayuntamientos implicados.
Publicado: 29 enero 2015