La Navidad es una de las celebraciones tradicionales más arraigadas desde antiguo en la comarca de la Vera, como en el resto de nuestra región y del país, con unas connotaciones propias, casi perdidas en la actualidad.
Antaño, las familias, tras la cena de Nochebuena, solían asistir a medianoche, a la Misa del Gallo, ambientada con villancicos y el besapiés a la imagen del Niño Jesús.
A finalizar esta celebración religiosa, los familiares y amigos se encontraban para felicitarse las Pascuas en los hogares de unos u otros vecinos. Algunos de esos hogares lucían el típico belén con sus figuras esparcidas sobre praderas de musgo y montañas de corcho: lavanderas junto al río de plata, casas achaparradas de artesanos, pastorcillos y gañanes que cuidaban rebaños de ovejas o caminaban hacia la gruta de Belén, mientras, más lejanamente, el rey Herodes imperaba en su castillo y los Magos de Oriente iban acercándose cada día a la gruta en la que el Niño reposaba desnudo sobre su cunita de heno, acompañado de la Virgen y San José, al calor del aliento del buey y la mula, todo un cuadro que presidía la estrella y el ángel desde la altura…
Y allí, junto al belén se entonaban los villancicos: En el portal de Belén/ hay un hombre haciendo migas,/ se le cayó la sartén/ y se abrasó la barriga. /Arre, arre, la marimorena,/ arre, arre arre que es la Nochebuena. /En el portal de Belén/ han entrado los ladrones/ y al pobre de San José /le han robado los calzones… Arre, arre, arre…
Y mientras se cantaba en uno u otro hogar, con belén o sin belén, se brindaba con el típico licor de gloria, que acompañaba a las pastas de almendra, los mazapanes, los turrones, las peladillas, los piñones…
Los grupos de amigos, sobre todo el personal joven y los chiquillos, solían salir de ronda y solicitaban el aguinaldo por las casas, cantando villancicos con guitarras, almireces, panderetas y castañuelas y las letras propias que superaban a las mismas chirigotas gaditanas.
Eran tiempos inocentes, tiempos de estrellas en el firmamento, de noches frías, de nieves en la sierra y hasta en las mismas calles de la población, de felicitaciones y parabienes, deseos buenos para hombres de buena voluntad, esperando, siempre esperando, que los Magos trajeran el regalo deseado, que el año nuevo que se acercaba “viniese de frente y no torcido”, que “tocase la lotería”, o al menos que hubiera salud, “que es lo más importante”.
Eran tiempos navideños… como son ahora, con los mismos o similares deseos… aunque la envoltura sea distinta. En fin, desde la Vera, felices fiestas de Navidad y próspero Año Nuevo.
Publicado: 8 diciembre 2014