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Ruta al convento de Santa Catalina de Siena en La Vera

Uno de los atractivos de la comarca de la Vera son los conventos, monasterios, oratorios, etc. que encierran en el pliegue de sus piedras, a veces restauradas y a veces en ruinas, el sabor religioso de otros tiempos. Su visita constituye, sin duda, una buena propuesta turística.

Uno de los más desconocidos, con el que quiero abrir estas páginas en las que iremos sorteando periódicamente sus respectivas historias, su estado y hasta el fervor que suscitan es el de Santa Catalina de Siena, en el entorno de Aldeanueva.

Llegar a las ruinas que aún restan de lo que fue es toda una aventura, ya que se encuentra en la falda del monte que se alza sobre la villa pencona y al que conduce desde la misma población un camino de herradura. Apenas llegar sorprenden los altos muros en ruina total con algunas ventanas y vanos, entre altísimos y vetustos árboles y vegetación, descollando aún la espadaña de su campanario, todo él digno de un relato romántico de nuestro poeta Gustavo Adolfo Bécquer

Fue fundado por los frailes dominicos, construido junto a una vetusta ermita dedicada a Santa Catalina de Siena. Las crónicas cuentan que casi un siglo antes de llegar a su retiro de Yuste el Emperador Carlos V, exactamente en 1445, una decena de caballeros se retiraron a hacer vida de oración y penitencia al citado cenobio e iniciaron las obras para su estancia en aquellas fragosidades. Su fama, debido a su gran espíritu de recogimiento y caridad para con los menesterosos que por allí se acercaban a buscar limosnas o el perdón por los pecados de su vida y hasta milagros para remediar sus miserias y curar sus enfermedades, hizo que se extendiera su fama y aumentaran muchos que deseaban seguir los pasos de la santa, y vistieran los hábitos de  la orden dominicana.

Se dice que allí estuvo hospedado en 1558 el polémico Cardenal Bartolomé de Carranza, en su visita al cercano monasterio de Yuste. Y estando allí, fue requerido por el Emperador, previa su muerte.

La historia relata que el convento posteriormente constituyó un centro cultural vinculado a la Universidad de Salamanca, y en esta actuación intervino el gran teólogo Pedro de Godoy, natural de Aldeanueva de la Vera (1599) que fue titular de la cátedra universitaria salmantina durante un cuarto de siglo, hasta ser nombrado después, en 1664, obispo de Osma y luego de Sigüenza.

En 1598, un fortuito incendio lo convirtió en ruinas, quedando en pie solamente la iglesia que se rehízo gracias a la colaboración del Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba, en el año 1600. Álvarez de Toledo aportaba anualmente una renta en metálico a los escasos frailes que restaron en el convento por la Memoria de Oración Perpetua, razón por la cual figuraba el escudo del ínclito personaje y benefactor a la entrada conventual, y hoy se puede contemplar en los muros de la iglesia de Aldeanueva.

Con la desamortización de Mendizábal, ya en el siglo XIX, el edificio fue abandonado, saqueado y expoliado, perdiendo sus escasas riquezas y alcanzando el estado de ruina y abandono que actualmente presenta, no exento de cierto halo de misterio y las sombras de los frailes y personajes que lo habitaron.

Publicado: 11 de noviembre de 2014

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