Asomándose a la ventana del mes de diciembre, reverdecen los sentimientos. Una especie de nostalgias infantiles y familiares nos retrotraen al pasado. Pero entre ellas, como umbral de la Navidad, en esta geografía de la Vera, destaca la Inmaculada Concepción, que relumbra especialmente en Jarandilla donde se celebra la tradicional fiesta de los “Escobazos”, declarada de interés turístico y en la que el fuego y la devoción a la Virgen son los protagonistas.
La efeméride tiene un origen pastoril: los cabreros que residían con sus ganados en la sierra Tormantos, últimas estribaciones de la sierra de Gredos, descendían al anochecer a la población para festejar la Inmaculada el día de víspera, acompañados de escoberas encendidas para iluminar el camino.
Hoy día se celebra de manera popular el recuerdo de esta fiesta comenzando por acopiar escoberas o retamas los días precedentes. Ya de atardecida, el citado día de la víspera de la Inmaculada, la gente ata sus escoberas en manojos, que denominan “escobones” y se reúnen en la Plaza Mayor de la población, donde las encienden.
Pero la celebración comienza al entrar la noche, junto a la escalinata de acceso al templo, en la misma plaza, de donde parte la procesión de jinetes y fieles con los escobones encendidos, que encabeza el recién bendecido estandarte de la Inmaculada, acompañado por el sonido del tambor y las coplas del cancionero popular relativo a esta fiesta: Virgen de la Concepción/ mañana será tu día/ y subirás a los cielos./¡quién fuera tu compañía!
La concentración del público tiene lugar junto a la ermita de la Virgen de Sopetrán, pegada a la famosa picota. En medio del chisporroteo de las antorchas, asciende hasta el cielo la fogata mayor como protagonista, compuesta por una gigante pila de madera y escobas. El espectáculo está presidido por el estandarte de la Inmaculada en alto, mientras se escucha el clamor de la población y el espectador se siente trasladado a la época medieval: ¿Cómo pudo ser? /¿Cómo pudo ser?/ Aquel que lo hizo / bien lo supo hacer. /Ardía la zarza/ y la zarza ardía,/ y no se quemaba/ la Virgen María.
Finalmente, jinetes y público, tras recorrer algunas de las calles de la población, retornan de nuevo al templo donde se cantan por última vez las coplas, el abanderado entrega al párroco el estandarte y se organizan por las calles las rondas con las coplas de la Vera.
Publicado: 25 noviembre 2014
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