Relatan antiguos informantes jurdanos, según oyeron contar de sus mayores, que el día de la Pura (8 de diciembre) bajaba de la sierra “La Chicharrona”, apenas echaba a alborear. Comentan que era una mujerona que gastaba unas enormes “cháncah” (antiguo calzado, al modo de unas rústicas abarcas o almadreñas) y venía envuelta en pellicas de cabra o en vestidos confeccionados con telas o viejos sacos de lino. Llevaba un ancho cinturón de donde colgaban unos cencerros y calabazas vinateras (“carapúchuh”) y lucía un gran collar formado por “manzarócah” (mazorcas) desgranadas.
Añadían que tenían una cabellera larga y rubia y portaba un “garroti engarimoñau”(al modo de un cayado), en el que se enroscaban algunos chorizos y morcillas. La Chicharrona era la que traía la licencia para que la gente pudiese hacer la matanza familiar. Un tamborilero la esperaba a la entrada del pueblo y la acompañaba hasta la “prazuela” o “bailaeru”. La chiquillería la esperaba ansiosamente, tocando unas zambombas que hacían con pucheros viejos. La Chicharrona tiraba hacia lo alto puñados de castañas, nueces e higos pasos, que los muchachos se prestaban a apañar a todo correr. Intentaba besar a los chavales y a los que no se dejaban o se burlaban de ella, los perseguía y les daba porrazos con una tripa o una vejiga de “gorrinu” que estaba llena de agua.
CANTARES
Cuando la Chicharrona recorría las calles del pueblo, los vecinos le cantaban coplillas que se pierden en la noche de los tiempos: “De entri la nievi branca/abaja la Chicharrona;/licencia trai pa matal/al cebón y a la cebona”. Los muchachos iban detrás de ella, pidiendo por las casas un choricillo que la gente mantenía metido en aceite para este día. En la plazuela hacían una gran hoguera y asaban los choricillos y un montón de patatas.
Estando en ello, asomaba “El Chicharrón”, otro pintoresco personaje, que forzaba a la Chicharrona a echar varios bailes con él, en derredor de la fogata y bajo los sones el tamborilero. Por la noche, los mozalbetes daban otras rondas por las aldeas, metiendo mucho ruido con cencerros. Decían que era para alejar las brujas, espantándolas con el objeto de que no viniesen a maliciar las chacinas de las próximas matanzas.
Estos antiquísimos rituales, rescatados de las cenizas por el grupo Estampas Jurdanas, se han soldado a los de “La Carvochá” y, por ello, el sábado 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, la Chicharrona volverá a bajar por la sierra de la aldea de El Mesegal y traerá la licencia para todos los que, estando allí presentes, deseen llevar a cabo el sacrificio del “gurrinu” cuando den en caer las heladas y se hayan muerto todas las moscas. En el momento más inesperado, aparecerá el Chicharrón y la juerga está asegurada.
Fotos de Vicente Martín Martín