Los amantes a la micología aún no se lo creen. El otoño meteorológico extremeño ha comenzado este año antes de lo previsto y aún estábamos en verano cuando se ha producido la primera explosión de setas en nuestras praderas.
La temporada de hongos ha llegado prematuramente y se ha adelantado varias semanas a consecuencia de unas condiciones climatológicas muy singulares: humedad, altas temperaturas y lluvia, mucha lluvia. El mes de septiembre se ha caracterizado por las incesantes lluvias y tormentas que han regado los campos cacereños día sí y día también.
Los primeros Boletus aereus han brotado en las dehesas del Valle del Alagón para delicia de los seteros. El boletus que se da en el campo cacereño crece asociado a especies típicas del bosque mediterráneo, como robles, encinas, alcornoques, castaños o hayas. Cuando las condiciones de humedad y temperaturas son las adecuadas, como ha sucedido en las últimas semanas, su aparición se convierte en un auténtico espectáculo.
Setas aquí y allá: escondidas bajo las carrascas, rompiendo la tierra y mirando al cielo, unidas en grupos “familiares” o en soledad en medio del camino. En definitiva, un estallido delicioso para la vista y para el paladar.
Precisamente, al ser una de las especias más apreciadas culinariamente la caza de boletus no se ha hecho esperar. La recogida de hongos ya ha comenzado y encontrar magníficos, y gigantes ejemplares de hasta 20 centímetros de diámetro, ha sido tarea fácil.
Pasar un día en plena naturaleza y llevarse a casa una cesta llena de boletus para la cena es una fantástica actividad, incluso también puede aportarnos un dinero extra si vendemos el género recolectado. Pero lamentablemente no todos los que acuden en busca de setas cuidan y respetan la naturaleza. Si no tenemos una actitud respetuosa con los hongos, puede que estos no vuelvan a nacer y es necesario recordar que las setas tienen una importancia ecológica vital: descomponen la materia orgánica y reciclan los nutrientes.
Al localizar una seta es fundamental identificarla, a poder ser antes de cortarla. Si hemos comprobado que es comestible, debemos valorar su estado de conservación y sólo coger los ejemplares que estén sanos y no presenten larvas o signos de descomposición. Arrancar las setas y pisarlas perjudica seriamente a la especie. Si no nos las vamos a comer, mejor dejarlas en el campo: es la única garantía de que el próximo otoño volvamos a tener una explosión de boletus.
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Publicado: 2 octubre 2014