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La misma luna llena

La luna me está mirando / yo no sé lo que me ve  / yo tengo la ropa limpia / ayer tarde la lavé… Yo debía escribir mi columna y pensaba hacerlo sobre el verano y sobre lo bien que me siento, no cuando tengo calor, sino cuando no tengo frío.

Con el tiempo he sabido adaptarme a todo lo bueno de estas tierras, pero aún las heladas y los fríos días de invierno me golpean más que a muchos. Iba a hablarles del verano, pero no lo haré, eso lo dejaré para el invierno… quizás. Así que hablaré sobre la luna, la luna llena de la que acabo de escribir en una entrada de planVE y mientras lo hacía escuchaba la tonada de Simón Díaz que abre este texto. 

Hablaré de la luna porque, para los que estamos lejos de nuestra familia y amigos, la luna muchas veces es un punto de unión. Sé, por ejemplo, que esta luna llena la verá mi familia y mis amigos esparcidos por el mundo, de Norte a Sur y de Este a Oeste. Porque la visión de la luna para todos es la misma y nos hace saber lo pequeñísimos que somos.

Aunque en altura y forma las montañas son distintas, están muy lejos y hay un mar enorme por el medio, cuando veo la luna llena sobre la sierra de Santa Bárbara siempre recuerdo la luna naranja que tantas veces vi sobre el cerro Ávila en Caracas.

Los estudiosos dicen que la Luna fue creada por un choque entre la Tierra y un objeto, quizás del tamaño de un planeta, hace unos 4500 millones de años y que sus piedras están formadas casi en la misma cantidad por material terrestre como por materia de ese objeto desconocido. Yo, que soy lunática, creo que quizás por eso nuestro satélite ejerce tanta fuerza sobre nosotros. Las piedras de la Luna quieren estar en casa o que la casa vaya hacia ella. Como no quiero profundizar en la física o en el estudio planetario, me conformo con pensar que eso es parte de la magia de la luna.

La luna que manda sobre las mareas, como en el asombroso espectáculo del Pacífico en Ciudad de Panamá, donde en ocasiones el océano parece cubrirlo todo. La orilla se hace estrecha y el agua pasa bajo los puentes y se acerca a las casas, pero unas horas más tarde esa misma agua se retira y se aleja tanto que las aves vuelan al encuentro de sus presas: pequeños cangrejos y peces despistados que no se fueron con la marea. Sobre el seco fondo del mar quedan, esperando la vuelta del agua, las barcas de pescadores, sus anclas y sus aperos.

También me acompaña siempre el brillo de la luna llena sobre el mar Caribe, especialmente del oriente venezolano, tierra de fuego y tambores, de cacao y selva, donde pasé muchos días. La enorme farola de la luna que pintaba de blanco la crestas de las olas de ese mar que embravecía de noche. Y ahora, tan cerca, la luna sobre los charcos, sobre los planos embalses extremeños y sus cerros cubiertos de piedras que hacen equilibrio.

La magia de luna, para los lunáticos, es la misma, no importa dónde estés ni cuantos kilómetros recorras. Así que allí, sobre cada uno de ustedes, sobre cada uno de los que ha llegado hasta aquí, ahí les dejo la luna llena para que salgan con ella.

Luna, luna llena… menguante

(Tonada Luna Llena de Simón Díaz)

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