Ya lo decía Fernando Fernán Gómez. Las bicicletas son para el verano y el camino que discurre en paralelo a la presa del río Jerte es una opción cómoda y accesible que está a la vuelta de la esquina para disfrutarlo con los niños. Son 10,5 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, pero como no se trata de batir ningún récord, lo importante es disfrutar de la ruta hasta donde lleguen los jóvenes ciclistas.
Las vistas al Valle del Jerte que van apareciendo a cada curva del camino y, en ocasiones, reflejándose en el agua del pantano te llevan a imaginar que te has teletransportado a China con esos paisajes que transmiten tanta paz y serenidad. El vuelo de las rapaces y el canto de los pájaros hacen el resto.
La ruta en sí parte del margen izquierdo de la presa, a cuatro kilómetros de Plasencia por la carretera del Valle, con una dificultad baja y lo único realmente difícil es llegar hasta allí con las bicis si no se dispone de un vehículo para transportarlas. Pero no es imposible. Porque se puede llegar sobre las dos ruedas desde la misma Plasencia atravesando el paseo fluvial del Jerte. Solo que al llegar al pantano, hay que continuar por un tramo del vial con su buena pendiente si se toma el margen derecho o, si se va por la otra orilla, subir la cuesta del célebre complejo turístico “K-4” con una pequeña incursión en la carretera del Valle para coger el desvío a la presa. El truco aquí, si se va con niños o ciclistas poco dados a las carreteras, es bajarse de la bici y llevarla de la mano unos pocos metros por dentro del “quitamiedos”, en la N-110, o si es por el vial de la presa para sobrellevar la pendiente. Luego las vistas al Valle del Jerte te lo recompensan y el trazado de la ruta es absolutamente llano además de que siempre se puede uno detener a refrescarse, con la precaución debida en los pantanos, a su orilla.
La otra advertencia es el sol porque se trata de un itinerario tan despejado que es conveniente, en verano, hacerlo a primera hora de la mañana o al caer la tarde. Muy recomendable, con los niños, es llevarse un bocata y hacer un alto para un pequeño “picnic”.
A los adultos a los que no les asustan unos kilómetros más, ya por un camino en tierra, les aconsejamos refrescarse en el Bar del Tío Antonio o cruzando después la carretera del Valle, en el Restaurante Regino. Lo saben bien los aficionados a la bici, pero esta es una ruta que está a la vuelta de la esquina. ¿La probáis?