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Centenario

Hace tiempo que sabemos no sólo que el cómic no es sólo cosa de niños, sino que además, en ocasiones, es un asunto exclusivamente para adultos.  Buena muestra de ello es ¡Puta guerra!, la crónica de la Primera Guerra Mundial dibujada por Jacques Tardi con el apoyo del documentalista Jean Pierre Verney. puta guerraAl abrir ¡Puta guerra! uno tiene la impresión de estar hojeando un inocente álbum de estampas militares, pues el libro arranca con una sucesión de dibujos amables en los que la muerte es apenas una anécdota secundaria, un mal menor que casi no llegamos a percibir entre el entusiasmo colorido de ciudadanos y soldados ante el estallido del conflicto. Sin embargo, enseguida nos daremos cuenta de que esa impresión tan sólo es pasajera. Poco a poco, a medida que pasemos las páginas y alcancemos el primer invierno de la guerra, el color irá desapareciendo y será sustituido por una persistente gama de grises, negros y azulados, donde las notas de luz son más bien escasas, que ilustra la narración de la vida en las trincheras y la descripción de los horrores del combate, bosquejados sin morbo, pero sin tampoco ahorrar detalles sangrientos, descarnados, unos horrores que culminan en las últimas hojas de 1918, en una prolongada galería de gueules cassées, de rostros desfigurados por el fuego y la metralla que nos acaban de convencer –si es que no estábamos ya convencidos desde mucho antes– de que el libro que tenemos entre manos no es, desde luego, cosa de niños. Con un dibujo sobrio y tremendamente detallista, Tardi nos empuja hasta las enfangadas trincheras de aquella guerra interminable, y lo hace desde la perspectiva del soldado de a pie, contando los hechos desde el lado francés, sí, pero sin olvidarse en muchas de sus páginas de trazar una exacta simetría con la situación, igual de horrible, igual de absurda, de los combatientes del lado alemán. Su protagonista no tiene nombre, apenas sabemos de él cómo se llama su patrón, cómo su novia, cómo algunos de sus compañeros, y cuál era su ingenuo anhelo de los primeros días de conflicto, llegar pronto a Berlín para tomarse una jarra de cerveza en la Alexanderplatz. Además, casi nunca aparece dibujado, lo que le reduce, en gran medida, a una simple voz, la de cualquiera de esos millares de soldados desconocidos a los que luego dedicarían tantísimos monumentos, una voz rabiosa que nos habla del miedo, del vacío, del sinsentido de aquel conflicto que inauguró el siglo veinte llevándose por delante la vida de entre diez y treinta millones de individuos. Todos estos ingredientes hacen de la novela gráfica ¡Puta guerra!, de Tradi y Verney, un medio extraordinario de celebrar, si es que hay algo que celebrar, los cien años del comienzo de la Primera Guerra Mundial.

 ¡Puta guerra!                                                                                                                          Tardi / Verney                                                                                                                          Norma Editorial

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