Llega el verano y con él esos campamentos que much@s tenemos clavados en los recuerdos. El Valle del Jerte ha sido desde siempre uno de los destinos más buscados para que el segmento infantil y juvenil pase sus vacaciones estivales. A los siete años participé por primera vez en el Emperador Carlos (aunque todos lo conocíamos como “el Carlos V”) de Jerte. Eran otros tiempos y los campamentos estaban destinados a inculcar a los jóvenes el marchito espíritu nacional de un franquismo que languidecía. Ahora, décadas después, en los que mi implicación directa me hace conocerlos a fondo, sé que poco o nada tienen que ver con los de entonces, y que hoy son una forma de convivir durante un determinado tiempo, conociendo amigos y viviendo experiencias lúdicas y gratificantes, donde la única filosofía es el respeto por el medio natural en que se desarrollan. Los que tienen lugar en el Valle ofrecen todo el potencial de una naturaleza espectacular, gargantas limpias y temperaturas agradables (sobre todo al anochecer), y son una interesante forma de dar a conocer la comarca, porque detrás de los participantes existen familias que ven sus fotografías, conocen el relato de sus aventuras y les visitan. Una carta de presentación a menudo olvidada, que tiene una notable repercusión en la publicidad de la comarca, porque lo que viven sus jóvenes participantes durante esos intensos días lo recordarán toda la vida.