Las ciudades históricas tienen una parte noble que es la que se muestra a los visitantes forasteros. Es la ciudad de los palacios, las iglesias, los conventos y, en el caso de Plasencia, las Catedrales.Esta zona de la ciudad contemporánea, denominada por los urbanistas Casco Histórico, singulariza el paisaje urbano, constituye lo más representativo de la misma y forma parte de la memoria histórica colectiva de sus habitantes. De todo ello deriva su importancia y la necesidad objetiva de su conservación y revalorización.
Pero la ciudad histórica no acaba en el límite de las murallas; hay otra ciudad histórica que se deja en la sombra, en la parte trasera de la zona monumental, y que sin embargo es igualmente importante, sin la cual no sería posible la ciudad aristocrática ni se entendería. Esta es la ciudad de los marginados; la ciudad del trabajo, de los edificios humildes, de los molinos, los lagares, de los conventos mendicantes; la ciudad de los oficios desaparecidos en la bruma del tiempo o de otros vigentes hasta hace bien pocos años.
Esta ciudad se localizaba extramuros, donde la ciudad dejaba de ser ciudad y lo urbano se convertía en suburbano (suburbial, arrabal). Es el territorio de la ciudadanía que trabajaba y sobrevivía en los arrabales históricos de Plasencia.
Son muchas las huellas del pasado que nos permiten reconstruir los modos de vida perdidos que conformaron estas zonas periurbanas. Siguiendo estas huellas, Oeste Natura ha trazado una ruta turística singular, llena de interés y de curiosidades, que te mostrará otra perspectiva -inédita- de la ciudad histórica. Una experiencia diferente para llenar una mañana con un hermoso paseo, siguiendo el eje del río Jerte entre los arrabales de San Lázaro y de San Juan. Una forma nueva de visitar y conocer la Plasencia histórica aún por descubrir.
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