Me atraen las exposiciones con títulos que hablan de poesía. “La mirada del aviador” seduce y provoca con su bautizo un sin fin de imágenes placenteras del imaginario colectivo.
Fernando Fonticoba es rotundo en el concepto de la obra y sutil en las formas. El que vuela mira la casa, el hogar o la fábrica y deja pasar el tiempo a través de fósiles, palabras al revés, restos que quedaron de objetos encontrados de un edificio en ruina, de moldes y números, de esos micromundos imperceptibles que la premura nos emborrona.
En esta su primera exposición, Fernando a sus 38 años nos propone una visión de la casa, la fábrica o la ruina con una perspectiva de un gran angular a través de una serie de bajorelieves topográficos que más se parecen a espacios lunares que a un mapa cartografiado desde el aire. Monotipos de paisajes urbanos hechos con un dominio de la técnica del grabado muy depurada: fotograbado, collages con cartón y madera e impresiones en negro y gris.
Acompañan a la obra gráfica una serie de pequeñas esculturas en barro. Y cierra la exposición con una instalación de una ciudad sin gente. Sólo quedan las casa, las calles y la luz. Cada una de ellas nos muestra una sección de casa-cimiento-tierra. No sabremos si son las casas las que vuelan o es nuestra imaginación la que se dispara al pasearnos por esta exposición que ruego no se pierdan.
Grabado y cerámica son una opción mayor para dos técnicas a veces olvidadas por el arte contemporáneo.
Este asturiano que estudió en Salamanca y Valencia se ha afincado en Plasencia y tiene mucho que contar. Larga vida creativa al artista.
En la Galería La Tea de Plasencia, hasta finales de junio de 2014.