Marcelina Domínguez Garrido tenía 26 años cuando posó para el pintor Joaquín Sorolla. Su biznieta Elsa Sánchez recrea 100 años después el cuadro que protagonizó su antepasada.
La obra pictórica se creó en el jardín de Las Algeciras, propiedad de la casa del entonces alcalde de Plasencia, Fernando Sánchez-Ocaña Silva, ubicada en la calle Blanca, número 8.
Encargo de la Hispanic Society
Era el año 1917 y Sorolla había hecho parada en Plasencia para reflejar la Extremadura de hace 100 años en una serie encargada por la Hispanic Society de Nueva York.
El pintor valenciano estaba realizando la colección “Las visiones de España” que le había encargado el fundador de la sociedad, Archer Milton Hungtinton.
Fue gracias a la mediación del alcalde placentino que convenció a un grupo de montehermoseños que acudía los martes al mercado para que posasen con sus mejores galas ante el artista y elaborar el famoso cuadro de ‘El Mercado‘. Sorolla se había quedado prendado de la tradicional vestimenta de la localidad, como así cuenta Juan Jesús Sánchez en su blog Montehermoso Cultural.
Durante las jornadas de trabajo en Plasencia nació el cuadro de “Tía Marcelina” que el pintor elaboró durante unos días en los que la lluvia de aquel otoño de 1917 le impedía trabajar al aire libre.
Una mujer adelantada a su tiempo
Tía Marcelina ‘Carrasca’ nació el 2 de enero de 1891 y era la cuarta de cinco hermanos. Se casó en primeras nupcias con un hombre que estaba enfermo y murió ocho meses después de la boda. Por ello coincidió que cuando Sorolla la retrató ella vestía el traje de viuda.
Aunque Marcelina no sabía las vueltas que daría su retrato ni lo famoso que se haría el cuadro de El Mercado, contaba siempre que a ella le había pintado un pintor famoso.
Según narran hoy en día sus nietos y biznietos, Sorolla estaba buscando una mujer joven, pero en aquella época los padres no permitían que sus hijas solteras posasen para un pintor.
Una viuda simpática y locuaz
Se acordaron de ella porque también era joven y estaba viuda y aunque al principio se negó, argumentando que ella era muy decente y honesta, finalmente aceptó. La joven montehermoseña contaba cómo el pintor se reía con ella, al ser tan desenvuelta y simpática ya que no paraba de contarle retahílas.
La joven era letrada para su época y había ido a la escuela. Tenía una caligrafía redondeada y fluida y se encargaba de escribir las cartas que enviaban las mozas del pueblo a sus novios cuando estaban en el servicio militar.
Su padre era hornero y ella y sus hermanos se dedicaban a recoger los panes en las casas, llevarlos a la tahona, y devolverlos a cada domicilio ya cocidos.
Tuvo que vivir la humillación que sufrió una de sus hermanas cuando al quedarse embarazada su novio la abandonó y se burló de ella. Marcelina quiso defender el honor de su hermana aunque su padre frenó cualquier tipo de venganza.
Los estragos de la guerra
La vida de Marcelina después de posar para Sorolla no fue nada fácil. Volvió a casarse a finales de 1917 con Benito Garrido (de mote ‘Galopo’), que se había quedado viudo con un bebé de meses. Tuvieron tres hijos: Elías, Gregoria y Evaristo.
Tuvo que ver cómo sus dos hijos marcharon a la guerra y en ese periodo su marido enfermó. A Marcelina le cortaron el pelo al cero por las ideas políticas de su marido y este falleció durante la guerra. Al quedarse viuda, volvió a trabajar y alquiló un horno para continuar con su oficio de panadera para poder sacar a su familia adelante.
En esa etapa le robaron las dos mulas que eran el único sustento que tenía ya que con las dos bestias acudía a la dehesa a recoger la madera para hacer el fuego y hornear el pan.
Afortunadamente sus hijos regresaron de la guerra y fue una gran alegría para ella cuando empezaron a nacer sus nietos y biznietos. Marcelina falleció a los 92 años rodeada de sus seres queridos.
Publicado junio 2017
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