Estación en curva es una de esas pequeñas joyas que descubrí en el encuentro de editoriales independientes “Centrifugados”. Un hallazgo sin sorpresa, ya que es Le Tour 1987 quien edita este poemario, un sello que al menos garantiza dos cosas (y no son pocas), una edición exquisita y un poeta con talento. Es el primer libro de Alejandro Salse, periodista, aspirante a filólogo, y practicante de la fe de los cipreses y las heridas, al menos, eso es lo que “reza” la solapa azul de su libro.
La poesía de Estación en curva está llena de sinceridad, avanza por las anchas calles de lo cotidiano sin caer en la monotonía “Vences al despertador/ al agua y al café/ calientes”. Es un texto plural pero coherente con las pequeñas realidades que definen la vida. Sabe apoyarse en la razón argumental sin darlo todo hecho “lo que no te conté/ mientras dormías/ es que sólo soy/ un hombre solo”. Aunque también experimenta con el silencio, sin que el camino de su poesía esté plagado de socavones en los que tropezar y perder el ritmo “Estábamos hechos/para destruirnos/ pero yo/ fallé”. Se aparta del lucimiento personal y deja que sus palabras sean las que mediante su pulso poético vayan construyendo el paisaje “Al otro lado del ventanal/ la luz es mostaza/ y el calor no entiende de facturas”.
En su primera obra ya se intuye que Alejandro Salse tiene olfato poético. Su percepción para encajar la palabra inesperada en el momento preciso (que no siempre tiene por qué ser el adecuado), aparta de la monotonía. Esta visión y su subyacente cosmogonía es transferida al lector apenas sin hacer ruido, haciéndolo participe y parte.
Estación en curva es la obra de un joven poeta atento a su oficio. Desde su atalaya nos rescata al borde del precipicio cuando estamos absortos en una pena que creemos única, siendo esto incierto, pues quién no ha escuchado “el ruido estéril del motor de la nevera”, acentuando así el silencio, la soledad.
Publicado el 30 de maro de 2017
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