Ya sé que ustedes, amigos, están enterados pero tenía como una espina clavada sin esbozar un requiem in memoriam del gran escritor y semiólogo, Umberto Eco, fallecido el pasado mes de febrero, vinculado a Yuste y a la Vera desde hace casi cinco lustros y, poco después, desde que en 1998 tomó posesión en la Academia Europea de Yuste, del sillón Platón, que ha dejado vacío.
Cuando tomó la palabra en su investidura, con un discurso breve, brillante y plagado de referencias, como académico pidió un regreso del valor de la reflexión a “este mundo tan abierto a los espectáculos y la distracción”.
En aquella intervención aludió al modelo de hombre político que fue el Emperador Carlos I de España y V de Alemania. Y eso, concretó: “es un excelente auspicio para una academia que tiene una vocación europea y que quiere una cultura europea más allá de las diferencias nacionales, un objetivo que recoge el espíritu de Salvador de Madariaga cuando hablaba de una Europa común”. “¿En qué sentido nos sentimos europeos?”, se preguntó luego Eco. “Sobre todo cuando nos encontramos lejos de Europa”, se respondió, para añadir: “Creo que una de las funciones de esta Academia consiste en ayudar a los europeos a sentirse europeos hasta cuando están en Europa”.
Desde su nombramiento como académico, Umberto Eco participó en diferentes actividades y proyectos de la Academia Europea de Yuste como miembro del jurado del Premio Europeo Carlos V.
Yo tuve ocasión de contactar con él en una de aquellas visitas, en la que dimos un repaso a su obra como escritor y novelista, desde aquella primera “El nombre de la rosa”, llevada al cine por Jean-Jacques Annaud y protagonizada por nuestro incombustible Sean Connery hasta su obra “El Cementerio de Praga” de 2010, que tuve el privilegio de adquirir y leer.
No es mi propósito comentar cuanto hablamos, largo y sin prisas. Pero sí quedar testimonio de que, fallecido con 84 años a causa de un cáncer que le persiguió durante sus últimos años, fue uno de los grandes novelistas y pensadores más sobresalientes del siglo XX, prueba de lo cual son sus numeroso premios y ostentar el título de doctor honoris causa por 25 universidades del mundo. Pero para mí destaca por ser un excelente conversador y buen hombre, que amó la figura de Carlos V y a nuestra comarca de Las Vera, aunque, dentro del marco de la Academia Europea de Yuste con la que colaboraba, con ese abierto corazón europeo.
Publicado: 26 de Marzo de 2016